Los pilares del Estado: a propósito de D. Gaspar de Bracamonte

Ahora que venimos de celebrar la fiesta nacional de España (por cierto Nuestra Señora del “Pilar”) quisiera traer a la memoria a D. Gaspar de Bracamonte y Guzmán, conde de Peñaranda, comendador de Daimiel, Consejero de Estado, embajador plenipotenciario enviado por Felipe IV al Congreso de Münster (que dio lugar a la paz de Westfalia y puso fin a la guerra de los treinta años, 1618-1648), presidente de los Consejos de Indias e Italia y Virrey de Nápoles. A punto estuvo de ser nombrado también valido del Rey a la muerte de Luis de Haro, y tal vez mejor le hubiera ido a España si hubiera obtenido el puesto, pero parece que la buena práctica de que gobiernen los mejores ya comenzaba entonces a ser ignorada en nuestro país. Fue persona de gran bagaje intelectual, teólogo de formación, heredero de la ideal del caballero cristiano y defensor a ultranza de la paz, un personaje clave para la política exterior española y, tal vez por ello precisamente, poco estudiado [estas notas biográficas las tomo de un estudio sobre la Historia de Peñaranda de Bracamonte (1250-1836) a cargo de Claudia Möller Recondo y Ana María Carabias Torres, ed. Diputación de Salamanca-Bracamonte, Salamanca, 2003, pp. 527 a 546, 610].

En un contexto de decadencia de la monarquía española, falta de instrucciones y falta de dinero (hasta debió pagar a los espías de su bolsillo) tuvo que enfrentarse constantemente a las “cerradas y contradictorias propuestas de los delegados franceses, con unos mediadores (Contarini y Chigi) que no siempre estuvieron a favor de los intereses españoles”. Ya entonces se quejaba el conde en carta al marqués de Castel Rodrigo de “la falta de instrucciones y de órdenes con que en todo caminaban los españoles y de los perjuicios que esto causaba a la monarquía de España” [desde entonces poco han cambiado las cosas, me cuentan mis amigos del Ministerio de Exteriores]. Y a pesar de ello consiguió un rotundo éxito para España, éxito que repitió en su labor de Virrey de Nápoles en un momento de nuevo nada fácil y rodeado de problema financieros. También D. Gaspar fue ejemplo de honestidad y valor en relación con su rey y así en carta dirigida a D. Pedro Coloma, secretario de estado de Felipe IV, señalaba: “Dios no hizo los reinos para los reyes, sino hizo los reyes por los reinos y para los reinos, y aunque su Magestad no pueda estar en tantas guerras a un tiempo, cumple con Dios y consigo mismo estando en alguna, porque así hace lo que puede donde al contrario vemos que se pierde todo, empezando por la reputación que arrastra y ha arrastrado siempre tras sí a todo lo demás (…) si entendiese que puede importar al bien público que haya algún vasalllo que hable con esta sinceridad y franqueza, a cualquier riesgo imaginable, quiero ser yo y hablar con mi Rey (…)”. Ojalá hubiera hoy más servidores públicos que se atrevieran a decir a los que mandan cuáles son sus errores.

En conclusión, Gaspar de Bracamonte fue un ejemplo de servidor público de la época, preocupado por trabajar para su país con eficacia y honradez, representando con dignidad sus intereses en el mundo. Este tipo de personajes son los que dan fuerza a una sociedad que puede mirar con satisfacción a sus dirigentes públicos, que sirven de ejemplo, de espejo en el que mirarse, y de modelo del mejor mérito y capacidad (ver art. 103 de nuestra Constitución). En definitiva, son los que nos permiten sentirnos orgullosos de pertenecer a un país, a una sociedad, los verdaderos pilares del Estado.

Pues bien, la pregunta que nos hacemos es ¿quién o quiénes cumplen esta función hoy en España? La pregunta no es baladí porque tal vez sean esas pocas personas, que siguen cumplimiento con su deber a pesar de las presiones para ceder a muy diversas tentaciones (sin ser la menor la de ejercer de caballero servil al poder), a las que debemos que España no haya entrado ya en bancarrota definitiva, no solo económica sino moral y social. En efecto, en cada ámbito de nuestro país ─política, judicatura, periodismo, administración pública, empresas, banca, universidad…─ podemos detectar todavía, aunque la verdad cada vez con más dificultad, esa rara avis (“persona o cosa que se considera poco común por tener alguna característica que las diferencia de las demás de su misma especie”) que se levanta cada mañana con la única ilusión de hacer bien su trabajo, sin esperar más recompensas y nombramientos por ello, que el dormir con la conciencia tranquila que da el sentimiento del deber cumplido, de la actuación honesta y de haber contribuido en la medida de sus fuerzas a mejorar la sociedad en la que vive también su familiar. Como decía Antonio Machado (“El mañana efímero”) hay una “España de charanga y pandereta (…), de espíritu burlón y alma inquieta”, pero también hay otra España “del cincel y de la maza (…) de la rabia y de la idea”.

Recordemos y honremos a los hombres y mujeres del cincel y de la maza del pasado, pues es el mejor homenaje que podemos hacer a nuestra historia, y cuidemos con dedicación y cariño a los del presente porque ellos y ellas son la esperanza de este país y una especie en peligro de extinción.

3 comentarios
  1. Jose Maria Pérez
    Jose Maria Pérez Dice:

    Me ha encantado el post. Enhorabuena Alberto, no conocía la historia de este personaje y has conseguido despertar mi curiosidad.

  2. Jose Maria Pérez
    Jose Maria Pérez Dice:

    Me ha encantado el post. Enhorabuena Alberto, no conocía la historia de este personaje y has conseguido despertar mi curiosidad.

  3. Manu Oquendo
    Manu Oquendo Dice:

    Muchas gracias por el artículo, Alberto.
    Hay muchos personajes semejantes en nuestra historia. Vamos tan sobrados de gente ilustre y olvidada como de malos gobernantes.

    No sé si se encontrará en las librerías de best sellers, me temo que no. Pero hay un libro reciente de Adolfo Yañez editado en Ávila (donde compré mi ejemplar) y titulado Heterodoxos y Olvidados que incluye entre sus muchos capítulos uno acerca del Secreto de los Bracamonte y otro sobre Ronquillo Peñalosa que te gustarán.

    Ronquillo, por ejemplo, fue gobernador de Filipinas y fundador de nueva Segovia en la Isla de Luzón. La Plaza de Nueva Segovia se construyó para servir de acantonamiento de las tropas que tenía preparadas y a la espera de autorización real para conquistar China.

    Saludos.

  4. Manu Oquendo
    Manu Oquendo Dice:

    Muchas gracias por el artículo, Alberto.
    Hay muchos personajes semejantes en nuestra historia. Vamos tan sobrados de gente ilustre y olvidada como de malos gobernantes.

    No sé si se encontrará en las librerías de best sellers, me temo que no. Pero hay un libro reciente de Adolfo Yañez editado en Ávila (donde compré mi ejemplar) y titulado Heterodoxos y Olvidados que incluye entre sus muchos capítulos uno acerca del Secreto de los Bracamonte y otro sobre Ronquillo Peñalosa que te gustarán.

    Ronquillo, por ejemplo, fue gobernador de Filipinas y fundador de nueva Segovia en la Isla de Luzón. La Plaza de Nueva Segovia se construyó para servir de acantonamiento de las tropas que tenía preparadas y a la espera de autorización real para conquistar China.

    Saludos.

  5. Alberto G.
    Alberto G. Dice:

    Gracias JM y Manu por los comentarios. Trataré de conseguir el libro que me citas. Realmente en este país es sorprendente qué pronto olvidamos la parte de nuestra historia que nos hace más fuertes y que merece más recordar y estudiar, y cómo insistimos y tergiversamos la parte de nuestra historia que más nos debilitra y nos divide, que merece la pena más olvidar…..

  6. Alberto G.
    Alberto G. Dice:

    Gracias JM y Manu por los comentarios. Trataré de conseguir el libro que me citas. Realmente en este país es sorprendente qué pronto olvidamos la parte de nuestra historia que nos hace más fuertes y que merece más recordar y estudiar, y cómo insistimos y tergiversamos la parte de nuestra historia que más nos debilitra y nos divide, que merece la pena más olvidar…..

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