La caída de Ángel Villar

Una de las grandes noticias de los últimos tiempos en España ha sido, sin duda, la detención de Ángel María Villar, durante 29 largos años Presidente de la Federación Española de Fútbol y uno de los hombres fuertes en las diferentes organizaciones que rigen el fútbol mundial. Las causas de la detención parecen estar relacionadas con ciertas actividades de Villar y de su hijo Gorka, abogado especialista en Derecho deportivo y ex Director General de Conmebol (la Confederación Sudamericana de Fútbol), destinadas a la obtención de supuestos beneficios ilícitos relacionados con la organización de partidos amistosos de la selección española de fútbol.

Pero, con independencia del caso concreto que ha motivado la presente actuación judicial, no cabe duda de que la figura de Ángel María Villar lleva ya muchos años generando bastantes sombras y siendo enormemente controvertida por diferentes asuntos que tienen mucho que ver con su larguísima permanencia en el cargo. Recordando la famosa frase de Lord Acton: “el poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente”, hay que reconocer que una persona que permanece en su cargo casi 30 años tiende inevitablemente a patrimonializarlo y a generar a su alrededor una red clientelar -de especial importancia en el mundo de las Federaciones Territoriales, su gran sustento en el poder- que suele desembocar en falta de transparencia, abusos de poder y prácticas irregulares. Todo ello tiene gran relación, sin duda, con la naturaleza del cargo que ocupa Villar, el de Presidente de una Federación deportiva, entidades enormemente controvertidas desde el punto de vista jurídico, ya que tienen una naturaleza mixta privado-pública que les hace permanecer en un cierto limbo legal y en una situación de insuficiente control administrativo tremendamente llamativas en un Estado moderno del siglo XXI.

Debemos recordar a los lectores que las Federaciones deportivas españolas son entidades asociativas privadas, sin ánimo de lucro y con personalidad jurídica y patrimonio propio e independiente del de sus asociados que, además de sus propias atribuciones, ejercen por delegación funciones públicas de carácter administrativo, actuando en este caso como agentes colaboradores de la Administración pública. Esa naturaleza mixta de “entidad privada que desempeña determinadas funciones públicas” ha dificultado tradicionalmente la regulación y el control administrativo de las Federaciones deportivas, que el Gobierno español ejerce a través del Consejo Superior de Deportes. Por ello, la normativa administrativa no ha podido introducir en las diferentes Federaciones deportivas determinadas normas como la limitación de mandatos, una mayor transparencia en los procesos electorales, o una auditoría exhaustiva de sus cuentas que hubieran posibilitado un mejor control del funcionamiento de estos entes que manejan enormes presupuestos de dinero privado y también un buen pellizco de dinero público (por ejemplo, reciben una participación en la recaudación de las quinielas organizadas por el ente público Loterías y Apuestas del Estado).

También deben ustedes conocer que las Federaciones deportivas españolas están integradas por Federaciones deportivas de ámbito autonómico, Clubes deportivos, deportistas, técnicos, jueces y árbitros, Ligas profesionales y otros colectivos interesados que promueven, practican o contribuyen al desarrollo del deporte. El ámbito de actuación de las Federaciones deportivas españolas, en el desarrollo de las competencias que les son propias de defensa y promoción general del deporte federado de ámbito estatal, se extiende al conjunto del territorio nacional, y su organización territorial se ajusta a las Comunidades Autónomas. Las Federaciones deportivas españolas se rigen por lo dispuesto en la Ley 10/1990, de 15 de octubre, del Deporte; por el Real Decreto 1835/1991, de 20 de diciembre, sobre Federaciones Deportivas Españolas y Registro de Asociaciones Deportivas, y por sus Estatutos y Reglamentos.

Pues bien, toda esa maraña de entidades y personas que constituyen legalmente el sustrato de la Federación Española de Fútbol (y, en menor medida, la de otras Federaciones deportivas españolas) es la que ha posibilitado el mantenimiento prolongado por parte de Villar y su equipo de una enorme red clientelar, y el pago incesante de favores de todo tipo (no necesariamente económicos), que han producido tan prolongada permanencia en el poder. Debemos recordar que esas prácticas fueron causa del largo enfrentamiento de Villar con el anterior Secretario de Estado para el Deporte, Miguel Cardenal, que fue quien inició una cascada de denuncias contra él que han derivado en la reciente actuación judicial, y también de su notorio enfrentamiento con la Liga de Fútbol Profesional -la patronal de los equipos profesionales de fútbol- dirigida por Javier Tebas, otro de sus conocidos enemigos. Ambos han criticado de forma explícita las prácticas irregulares de Ángel María Villar y su equipo en los procesos electorales de la Federación y en la concesión de ayudas a Clubes y Federaciones territoriales, entre otros variados asuntos.

Parece, pues, que pintan bastos para uno de los hombres más poderosos del fútbol mundial, que se había mantenido impune hasta ahora a todo tipo de denuncias, y hasta a las investigaciones del FBI norteamericano por los turbios manejos económicos de la FIFA del caído Blatter, de quien fue alto colaborador y amigo protegido. Esperaremos la evolución de los acontecimientos que acaban de desatarse en España, pero cierto aire de alivio y regeneración parece respirarse desde hace pocos días en todos los estamentos del complejo mundo del fútbol profesional, enormemente necesitado de una renovación y una transparencia de la que ha carecido por obra y gracia de uno de los grandes “dinosaurios” de este deporte a nivel mundial, que lleva cerca de 30 años sentado en -casi con toda seguridad- la poltrona más poderosa y menos controlada del mundo en el siglo XXI.