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HD Joven: Victoria de Trump. ¿Quién ha fracasado?

Un dirigente político de nuestro país sentenció, después del Brexit, que “de una Europa más justa y solidaria nadie querría irse”. Una de sus compañeras señala, sobre la victoria de Donald Trump, que “vence gracias a la desigualdad del establishment de Clinton”. No estoy de acuerdo.

El Brexit ganó porque en Reino Unido triunfó el relato de que Europa es insolidaridad y de que la alternativa (salir de la Unión para perder menos riqueza y reforzando valores nacionalistas) es más solidaria. Trump ganó las elecciones el martes porque triunfó el relato de que Estados Unidos es un país muy desigual (que ciertamente lo es, pero menos que hace años) y de que la alternativa (un millonario que presume de no pagar los impuestos que le corresponden) lo hará más igualitario. Estos relatos triunfadores no deben ser ignorados ni desdeñados. Es un error resumir los resultados de ambos procesos democráticos en que los votantes del Brexit, y los de Trump, son gente imbécil o incapacitada que simplemente ha votado mal. Algunos incluso se han apresurado a pedir, para evitar “catástrofes” de este tipo, la vuelta del sufragio censitario; suponiendo, imagino, que ellos reunirían los requisitos para ejercer el derecho a voto en ese escenario.

Detrás de ambos resultados existe un fracaso estrepitoso y colectivo. Por un lado, de los defensores del Bremain; y por otro, del Partido Demócrata de Hillary Clinton que obstaculizó la nominación de un candidato alternativo. Ese fracaso consiste en olvidar que la política se basa en relatos, en símbolos, en emociones, y que no todo en ella es racionalidad ni las decisiones responden a argumentos contrastados. Ese fracaso consiste en infravalorar la profundidad de la desafección que padece la ciudadanía en relación a sus élites y la fuerza de quienes se presentan para combatirla con soluciones mágicas. Ese fracaso también consiste, por supuesto, en no haber sabido dar respuesta a los sectores que se han sentido perdedores de una crisis global tremendamente compleja y comprarán con mayor facilidad los relatos alternativos, aunque estén cargados de mentiras y de promesas irrealizables.

Pero, volviendo al inicio, son tan nocivos los discursos que culpabilizan al votante y se niegan a replantear modelos que no han funcionado como los que, desde el buenismo, siguen el juego a los pretendidos salvapatrias (Farage, Trump, Le Pen). No es cierto que de otra Europa nadie querría irse: los mismos que han apostado por la salida de Reino Unido de la actual UE lo habrían hecho, con más ahínco, en una Europa más justa y solidaria. Comparad el número de refugiados acogidos por Merkel (cabeza visible de la UE) con el de acogidos por Cameron o May. El voto a favor de Brexit no perseguía un país más solidario, sino más autónomo frente a quien se ha señalado como el enemigo, pero el discurso que lo motivó no ha encontrado enfrente a europeístas eficaces y convencidos que supieran explicar por qué este invento (la UE) ha dado como producto el mayor espacio de derechos y libertades del planeta, por qué es positivo pertenecer a él o por qué defenderlo resulta imprescindible para tener voz en un mundo globalizado.

Del mismo modo, el voto a favor de Trump no persigue un país más igualitario: EEUU es hoy más incómodo e inseguro que ayer para las mujeres, para los homosexuales o para los inmigrantes, pero el discurso que lo motiva no ha encontrado enfrente a una candidata capaz de ilusionar. Clinton no ha sabido ofrecer un relato atractivo ni liderar una campaña optimista más basada en propuestas que en venerar su propia figura y repudiar la de su adversario. El votante demócrata se ha desmovilizado y con ello ha incrementado el valor del voto republicano: el de Trump responde a un perfil de hombre blanco, heterosexual, de clase media, que no soporta que las minorías avancen socialmente mientras él se estanca y al que no le ha importado cargar con un candidato machista, homófobo y racista con tal de sentirse nuevamente ganador o parte de algo. No lo disculpemos, no disfracemos su egoísmo y no lo justifiquemos por la falta de información. A la vista de todos están los ataques de Trump a los periodistas, su propuesta de levantar un muro en la frontera con México, su amenaza de emplear los medios de la Justicia para encarcelar a opositores, su condición de gran empresario y defraudador fiscal, sus agresiones sexuales a mujeres o su vicepresidente impulsor de leyes discriminatorias durante su etapa como gobernador de Indiana. Sin embargo, su éxito radica en haber conseguido situarse en el imaginario colectivo como enemigo de un sistema en decadencia.

La peor de mis conclusiones es que con la victoria de Trump no sólo se cierra un triste 2016. Nos esperan años de involución en la construcción de proyectos comunes y esto es algo que mi generación todavía no ha visto. Con las elecciones francesas podría consolidarse esa terrible sensación que me invadió en la mañana del miércoles de que hemos dejado atrás un mundo imperfecto pero en el que los derechos iban progresivamente en aumento y en el que había líderes, como Barack Obama, también imperfectos, pero con verdadera voluntad de hacerlos universales, de entablar lazos y de romper fronteras.

Estimado presidente desahuciado de la Casa Blanca: ya te echo de menos.

HD Joven: El día que Donald Trump se hizo presidente de los Estados Unidos

El 8 de Noviembre de 2016 será una fecha importante en la historia de los Estados Unidos. Una de las noches electorales más polémicas de la historia de la democracia americana, pues aun dos días después de   las elecciones persiste la resaca.

El recuento en las urnas se hizo eterno, y es que lo disputado que resulto el proceso no permitía perder de vista los acontecimientos ni un momento. Fue entorno a las 3:30 am hora local (New York) cuando se confirmó lo que la noche venía mostrando, el éxito republicano había superado las propias expectativas del partido. Si bien las ultimas encuestas reflejaban menor diferencia de la anticipada, un par de semanas atrás pocos o nadie pensaban que el polémico empresario neoyorquino tuviese opciones de hacerse con el sillón de la Casa Blanca. Entrada la madrugada se confirmó la noticia. A pesar de que la tarde electoral fue vaticinando este resultado uno de los hechos mas determinantes fue cuando vimos de color rojo (el de los republicanos) el mapa de La Florida, uno de los llamados “swing states”, que generalmente terminan siendo determinantes, como al final ocurrió. Y es que el principal escollo que parecía encontrar el bando conservador era el voto de las minorías, concretamente la minoría latina que, sin embargo, en este estado no son precisamente minoría. Pues lo ocurrido en La Florida podría ser representativo de lo que acaece en el país.

Sin duda la resaca electoral deja una repercusión irrefutable, una grave división social, especialmente marcada en la comunidad latina. El ya presidente americano ha mostrado durante su campaña una preocupante falta de tacto a la hora de tratar problemas de bulto en la actualidad, sobre todo en cuanto a la inmigración y a las relaciones internacionales, y hay ciertos sectores que lo han tomado como un ataque personal. Por otro lado, el discurso populista de Donald Trump ha sabido atender a las mayorías. Más preocupadas por problemas internos que de compromisos internacionales, como los hechos delictivos que están ocasionando ciertos grupos de crimen organizado compuestos por inmigrantes ilegales en la ciudad de Chicago o los problemas de pandillas en los estados fronterizos con México; y, sobre todo, la esperanza del resurgimiento del mercado laboral estadounidense, con el famoso lema “Let´s make America great again.”, otrora usado por otros presidentes de la historia americana. También ha sabido congregar el voto cristiano por su claro posicionamiento en contra del aborto y otras medidas conservadoras. Este polémico posicionamiento del ya presidente americano ha sido fuertemente rechazado por gran parte de la sociedad de este país, pues no hay que olvidar que, a pesar se haber ganado el voto electoral, el partido demócrata concentra mayor porcentaje de voto popular. En consecuencia, una ola de protestas y manifestaciones se han desatado por el país. La división es patente, incluso se ha tornado peligrosa. El resultado es fruto de discusión en cada esquina, en los servicios de transportes y hasta en los colegios, incluso los más pequeños muestran una terrible intransigencia. El problema se ahonda dentro de los grupos minoritarios, dentro de la comunidad latina, por ejemplo, se viven conflictos dentro de la misma familia porque alguno de sus miembros ha optado por el voto republicano y esto resulta ofensivo para los demás. Amigos que se enfrentan de forma agresiva o vecinos que se evitan por no entrar en conflicto. Incluso compañeros de trabajo que esconden sus verdadero posicionamiento por sentirse coaccionados.

El éxito de Trump es para muchos el fracaso de Hillary Clinton. Si bien las previsiones daban a Clinton una ventaja muy importante sobre su competidor, los sucesos previos a las elecciones parecen haber destruido todo el trabajo de campaña. A once días para las elecciones, el director del FBI James Comey, anunciaba que se reabría el proceso de investigación sobre Hillary Clinton por el famoso caso de los correos electrónicos. Evidentemente, la noticia fue hábilmente aprovechada por su rival, que incidió en su campaña difamatoria contra la ex secretaría. Aunque ambos candidatos dedicaron gran parte de la campaña a desacreditar a su oponente, no hay nadie que domine esta estrategia como el empresario neoyorquino, que se mueve en su salsa cuando los modos se tornan bruscos y la descalificación es el arma elegida. Así, durante los 3 días previos a las elecciones la amplia distancia de la que el partido demócrata disfrutaba comenzó a reducirse vertiginosamente. Resulta un tanto sospechoso que una investigación de semejante trascendencia se reabra a 11 días de las elecciones y concluya 3 días antes, pues si bien resultó por declarar inocente a la líder demócrata, el daño a su imagen ya era evidente y, a la postre, irreparable.

La sensación general pone de manifiesto una falta de confianza en ambos candidatos, las opiniones reflejan que un país que pretende seguir teniendo un papel protagonista en el escaparate mundial merece otro tipo de representante. Sin embargo, también se observa que hay una gran parte de la sociedad que se distancia de la repercusión mundial que los Estados Unidos puedan tener, para centrarse únicamente en sus propios intereses. Esta ha sido una de las armas de batalla de Donald Trump, distanciando su discurso de lo políticamente correcto incluso a pesar de la polémica, o más bien aprovechándose de ella. Los que conocen a Trump saben que pasar desapercibido no es algo que se incluya en su repertorio. Su éxito empresarial es cuestionado por muchos, pues a pesar de amasar un imperio, no partió precisamente desde cero y acumula varios batacazos empresariales. De lo que nadie duda es de su habilidad como vendedor y para auto promocionarse, un gurú del marketing a niveles incalculables. Su imagen y su nombre son icono del éxito americano, basta con pasearse por Nueva York y comprobar que su nombre ocupa rascacielos, helipuertos, complejos comerciales, bebidas alcohólicas, restaurantes… Trump ha reconocido públicamente que el culmen ideal a a su carrera sería la presidencia del país y a pesar de no haber destacado por talante, prudencia y buena prensa, ha demostrado que es capaz de cualquier cosa.

En el plano internacional, la sorpresa golpeó fuertemente los mercados de valores de forma impactante, superando incluso la repercusión del Brexit. Si bien ya desde ayer la situación empezó a revertirse, aun hay ciertas regiones en clara situación de urgencia, como México, país que depende en gran medida de las exportaciones a los Estados Unidos y de una buena relación sobre todo en cuanto a política de frontera se refiere. En cuanto a su relación con los países árabes parece que se decantará por una postura más conveniente a los intereses económicos propios que por posibles repercusiones internacionales o acciones de coalición y enfrentamientos externos, pues ha advertido que restringirá el acceso de los inmigrantes  musulmanes hasta resolverse la situación del grupo terrorista ISIS y las acciones terroristas acaecidas en suelo americano. Otra cuestión polémica y que genera incertidumbre es el papel que mantendrá en el conflicto Israel-Palestina, pues aunque el no ha sido directo, el Primer Ministro de Israel, Benjamin Netanyahu ya se alegra públicamente de la victoria del “red party”. También amenaza con cambiar el papel de Estados Unidos en la OTAN y de su relación con Moscú, que sin duda preocupa en la Unión Europea. Y, por supuesto, no son menos inquietantes ni pasan desapercibidas sus intenciones mercantilistas y de nacionalizar la economía. Lo que es evidente es que el resultado de las elecciones está copando el foco informativo a nivel mundial y aunque estas polémicas medidas no fuesen más que una táctica populista para haber logrado el objetivo, hacerse con la presidencia del hasta ahora país más relevante en el orden mundial, la simple posibilidad de que muchas de ellas se lleven a cabo, no solo preocupan y dividen a la sociedad americana, si no que también fuera de sus fronteras. A día de hoy debe haber pocas personas que no sepan quien es Donald Trump.

Ahora se presenta un reto muy importante, acabar con la división social. No tiene experiencia política de ningún tipo ni es miembro de la élite clásica americana. Se sale de lo que la terna política considera cómodo. Su enfrentamiento con la prensa es una realidad evidente y esto no va a agilizar la recomposición de su imagen. Calmar los ánimos de la sociedad latina, el colectivo gay y otras minoras van a ser un tremendo obstáculo en su camino, sin embargo, para lograr la estabilidad necesaria y poner a funcionar la maquinaria nacional de forma eficiente será un paso imprescindible.

En plano personal y atendiendo a las sensaciones que la situación me producen, planteo reflexionar qué valores han de considerarse necesarios para un jefe de estado. Si la brillantez, la vehemencia, la capacidad competitiva, el éxito económico y la fama son cualidades importantes, probablemente el señor Trump pueda tener un buen papel en la Casa Blanca. Sin embargo, si consideramos que la prudencia, el talante, el respeto y la transparencia son más importantes, entonces no estoy tan seguro de su éxito. Otra conclusión política debe ser si las dos alternativas que se presentaban al pueblo americano tenían la calidad suficiente. También los modos y gestos que se han repetido durante sendas campañas deben ser objeto de juicio, pues han convertido la difamación y el conflicto en el principal argumento. No creo que la sociedad americana quede muy bien representada con su actual presidente, pero también me dejaba ciertas dudas la otra opción que se presentaba. De lo que no estoy tan seguro es de si realmente son reflejo de la actual sociedad de los Estados Unidos, que me parece bastante alejada del optimismo y pujanza de antaño,  alejada de cualquier obligación como potencia internacional y preocupada en problemas estructurales  y sociales que actualmente golpean el país.