Y si te grabo una cinta…(De nuevo sobre el canon digital y la copia privada)

La Asociación Multisectorial de Empresas de la Electrónica, Tecnologías de la Información y de la Comunicación, Telecomunicaciones y Contenidos Digitales (AMETIC) nació el pasado año de la fusión de las ya extintas Asociación de Empresas de Electrónica y Tecnologías de la Información y Telecomunicaciones de España (AETIC) y de la Asociación Multisectorial de Empresas y Tecnologías de la Información, Comunicaciones y Electrónicas (ASIMELEC). La batalla legal de estas asociaciones contra la figura del canon de copia privada es algo que viene ya de lejos. Aunque es ya sabido por todos, permítanme recordarles que el canon por copia privada nace como una compensación equitativa a los titulares de derechos de propiedad intelectual por el eventual menoscabo que, sobre su esfera económica, provoque el que un consumidor reproduzca o copie una obra original, obteniendo así varios ejemplares de la misma obra. Los ejemplos en nuestra vida cotidiana son, en este sentido, abundantes. El disco que grabamos para no llevar el original en el coche, la copia que nos pasamos al Mp3 para nuestra imperdible clase de pilates o la película de moda que le grabamos al amigo. Todos los anteriores son, faltaría más, comportamientos permitidos bajo la legislación en materia de propiedad intelectual, con la particularidad de que llevan aparejados una pequeña compensación para el titular de derechos.
Por tanto, conviene llamar la atención sobre que el mal conocido como “derecho” de copia privada es en realidad una limitación al derecho exclusivo que la ley concede a los titulares de derechos para, a cambio, permitir que una persona realice una copia del original de una obra, al que haya tenido acceso legítimamente, para su uso privado y sin ánimo de lucro.
Sujetos pasivos de esa compensación no somos, con el texto legal en la mano, los ciudadanos de a pie, y sí los fabricantes, distribuidores, importadores y exportadores de esos equipos y soportes idóneos para almacenar contenidos protegidos por derechos de autor. Dicha carga, bajo el auspicio de la legislación europea, es trasladada finalmente al usuario, nosotros, que pagamos los céntimos o euros de turno al comprar una tartera de discos vírgenes, un teléfono móvil capaz de almacenar música o un disco duro externo, por citar algunos ejemplos. No perdamos de vista, por ello, que en realidad nos están repercutiendo algo que deberían pagar otros.
No contentos con todo ello, esta semana hemos tenido conocimiento de un nuevo grito puesto en el cielo, con mucho arte, por parte de los representantes de AMETIC. En esta ocasión ha sido su presidente, Jesús Banegas, quien en declaraciones a Europa Press ha dejado algunas reflexiones dignas sin duda de análisis y comentario. Unas declaraciones que no encuentran justificación posible, pero que son difíciles de no traer a colación, recordando así a aquella fabulosa crítica que apareció en el Nueva York de los años 70 cuando Lola Flores tiró la puerta abajo con su arte. “Ha debutado en las tablas neoyorquinas la española Lola Flores”, publicaron los tabloides. “No canta. No baila. No es guapa… No se la pierdan”. Pues eso.
Dice Banegas, entre otras perlas, que la organización a la que representa no quiere que España se convierta en un país “estrafalario”, ya que, según sus datos, se encuentra entre los únicos 10 ó 12 estados del mundo que aún mantiene el canon. La regulación de un canon digital es un principio mayoritariamente aceptado en los países de la Unión Europea con la única excepción de Reino Unido, Irlanda, Luxemburgo, Chipre y Malta. Es decir, han regulado un canon digital 22 de los 27 países miembros. No suena la cosa muy estrafalaria que digamos.
También es la opinión de Banegas, que no puedo evitar pensar que es la de AMETIC, que la mejor opción para acabar con la problemática social derivada del canon de copia privada es, simple y llanamente, acabar con dicho canon. Alude el presidente como ejemplo a seguir al modelo del Reino Unido, donde el canon, conviene aclarar, no se ha suprimido porque jamás ha existido.
La tendencia a solicitar la supresión del canon por copia privada, hasta donde he podido conocer sin ofrecer alternativa alguna al modelo existente, me sigue pareciendo algo tan sorprendente como inquietante. Cierto es que la Directiva europea 2001/29/CE, que en su artículo 5.2 regula la compensación a los titulares de derechos en concepto de copia privada, no deja opción a que, si se contempla esa copia privada, ha de existir la compensación. Sin embargo, la supresión sin más del límite de copia privada, ¿en qué situación real nos deja?
En Reino Unido, modelo a seguir para Banegas, y para muchos, la realización de copias para uso privado puede derivar incluso en la vía penal cuando se traspasan las fronteras del ambiguo y anglosajón concepto salomónico del fair use. No se puede, sencillamente, hacer copias de las obras originales.
El canon, tal y como está configurado ahora mismo, ha de remozarse y permitir que sujetos pasivos como las entidades públicas o las personas jurídicas queden exentas de su pago, en consonancia con lo expresado por el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas. Ha de reciclarse también el análisis y la enumeración de los equipos y soportes que han de quedar grabados, dado el constante y vertiginoso avance tecnológico. Pero ha de conservarse como institución jurídica, pues está en la esencia del sistema continental de propiedad intelectual y de protección al trabajo de los autores y demás titulares de derechos.
En el Congreso de los Diputados ya se votó antes del verano, a iniciativa del Partido Popular y con el apoyo del resto de grupos parlamentarios, la potencial supresión de este límite regulado en nuestra Ley de Propiedad Intelectual. Y las elecciones y el cambio de Gobierno no se acercan, se echan encima.
Reflexionemos de veras sobre en qué situación nos dejaría este remedio que se propone desde varias y destacadas instancias, y que huele a matanza de moscas a cañonazos. Tratemos de no perder la referencia sobre lo que estamos hablando. No todo ha de ser político o politizado. Y mucho menos lo relacionado con la cultura y su gestión. No todos los anteriores modelos han de ser necesaria o radicalmente suprimidos. No seamos, en fin, como las aves de aquel maravilloso verso de Dionisio Cañas en el que “los pájaros no pasan, se alejan”. Acertar no necesariamente ha de empezar por alejarse. Y nosotros cada vez nos alejamos más del punto de partida.