El Presidente del Gobierno a través del espejo

 

Alice laughed. “There’s not use trying,” she said: “one can’t believe impossible things.”
“I daresay you haven’t had much practice,” said the Queen. “When I was your age, I always did it for half-an-hour a day. Why, sometimes I’ve believed as many as six impossible things before breakfast.

A raíz de la asombrosa entrevista al Presidente del Gobierno publicada ayer por el periódico ABC  me han dado ganas de releer “Alicia a través del espejo” de Lewis Carroll, aunque reconozco que no tengo el entrenamiento de la Reina Blanca y me identifico más bien con Alicia.  Básicamente porque me resultaba imposible de creer que hubiera dicho alguna de las frases que recogía el periódico, y  esto me ha recordado que, sencillamente, tengo todavía poca práctica (y menos paciencia) en cuanto a los discursos de nuestros políticos se refiere y más en los tiempos que corren.

 

En concreto, la muy celebrada frase de que es la realidad la que le ha hecho cambiar su programa electoral (¿será del experto Arriola o de cosecha propia?) merece entrar en una antología del disparate político por derecho propio. El programa electoral del PP que ha tenido que incumplir el sr. Rajoy presionado por la dura realidad fue coordinado por una persona de su partido, d. Baudilio Tomé, cuyo esfuerzo y dedicación a la tarea me consta personalmente, como me consta que tuvo en cuenta no sólo las aportaciones de su partido y de numerosas instituciones, asociaciones y empresas,  sino la de bastantes profesionales y expertos independientes de varios sectores. Todos tenían muy claro de que se trataba de arreglar el desastre dejado por el Gobierno del sr. Zapatero. Quiero creer, y por mi parte puedo asegurar (dado que hice una pequeña contribución jurídica en el tema del Gobierno abierto y la transparencia) que a los técnicos a los que se nos pidió que echáramos una mano en materias en las que se supone éramos expertos tuvimos muy en cuenta cuál era la realidad de finales del 2011. Tampoco se entiende cómo se puede hacer un programa electoral sin tener en cuenta la realidad. Se podrá hacer un cuento chino, pero un programa electoral, complicado.  Aunque la verdad es que, sin tener en cuenta la realidad, pues pocas cosas se pueden hacer, y sobre todo pocas cosas se pueden hacer bien.

 

Puede que el sr. Rajoy no supiera muy bien lo que ponía su programa electoral, pero no dejaba de ser el programa con el que se presentaba a los electores que –a diferencia de lo que parece creer él y su entorno- tienen en cuenta además de su persona otras cosas, tales como el programa, el (posible) equipo, la ideología, el partido y las alternativas disponibles, aunque no sé exactamente en qué orden, bien es verdad.

 

Ahora bien, si nos atenemos a lo que dice, el sr. Rajoy y su equipo deben haber vivido durante su larga etapa en la oposición en un mundo paralelo y fantástico, donde los tremendos problemas de España no eran visibles. Pero claro, como las hemerotecas están ahí, lo cierto es que no solo estos  gravísimos problemas eran muy evidentes, sino que eran constantemente denunciados por el entonces líder de la oposición que tronaba una y otra vez contra el Gobierno del sr. Zapatero incapaz de reconocerlos, abordarlos y resolverlos. Es más, el propio sr. Rajoy colaboraba muy poco y no echaba una mano, no ya en las numerosas autonomías en que gobernaba su partido, sino a nivel estatal, prefiriendo que el Gobierno se desgastase lo más posible para llegar él más cómodamente a la Moncloa. A costa del país, si hace falta, pero en beneficio de los intereses no solo de su partido, sino de los suyos propios.

 

Los famosos tres puntos de desviación del déficit que siempre salen a relucir como excusa de los incumplimientos eran también conocidos, al menos por sus asesores cercanos, a alguno de los cuales le oí calcularlo en un acto público con asombrosa exactitud, seguramente por sus buenas relaciones con el Ministerio de Economía y Hacienda antes de las elecciones generales. En todo caso, era su deber después de tantos años en la oposición haberse enterado por lo menos cuando se hizo el “ejemplar” traspaso de poderes.

 

Eso sí, hay algo que sí tiene claro el sr. Rajoy. Y es que va a ganar las siguientes elecciones, las del 2015. Así que resulta que con el panorama catastrófico que tiene hoy mismo con  la economía en caída libre, la debacle institucional y algunas CCAA en quiebra y/o franca rebeldía por no mencionar el panorama en el País Vasco y Cataluña  ¡este señor está pensando nada menos que en repetir en la siguiente legislatura!

  “Now, here, you see, it takes all the running you can do, to keep in the same place. If you want to get somewhere else, you must run at least twice as fast as that!”

 

 

En conclusión, el sr. Rajoy (y casi todos los políticos, justo es decirlo) tergiversan el lenguaje de forma que ya nada es lo que parece o lo que dicta el sentido común. Todo son eufemismos, obviedades, medias verdades o directamente mentiras. No hay rescates, ni quiebras autonómicas, ni fracasos, ni responsabilidades. “Yo sé lo que hay que hacer” o bien “La Unión Europea sabe lo que hay que hacer”,  “Seguiremos en el euro y seguiremos mejor”, “El euro es irreversible”, “Cuando Europa no avanza Europa retrocede”.

“I don’t understand you,” said Alice. “It’s dreadfully confusing!”
“That’s the effect of living backwards,” the Queen said kindly: “it always makes one a little giddy at first.”

 

Lo siguiente que oigamos puede ser “Yo soy el que soy” o algo similar, supongo que exclusiva para “La Razón.” De esta forma el debate político se emborrona y se difumina cada vez más, al carecer ya de un mínimo contacto con la realidad, se aleja definitivamente de los ciudadanos sin los cuales el discurso político en una democracia no puede existir.

 

“When I use a word,’ Humpty Dumpty said in rather a scornful tone, ‘it means just what I choose it to mean — neither more nor less.”
“The question is,” said Alice, “whether you can make words mean so many different things.”
“The question is,” said Humpty Dumpty, “which is to be master— that’s all.”

 

Los españoles no queremos un líder que haga milagros. Nadie se los ha pedido, ni a él ni a nadie. Lo que pedimos es sencillamente un dirigente capaz de ver la realidad y de no engañar a los ciudadanos, y este señor ya nos ha explicado que durante muchos años no ha sido capaz de verla, y que eso le exime de toda responsabilidad por incumplir su programa electoral. Pero, sinceramente, no resulta muy creíble.

 

En conclusión,  el sr. Rajoy considera que pedir un líder político que vea la realidad y cumpla su programa electoral es pedir milagros. Pues entonces no se extrañará de que muchos españoles consideren –como nos recordaba ayer el Director del Mundo en su carta dominical que el sr. Rajoy no es la persona idónea para gobernar el país.

 

It’s too late to correct it,” said the Red Queen: “when you’ve once said a thing, that fixes it, and you must take the consequences.”

 

 

El laberinto administrativo andaluz

Cuando el incauto ciudadano se dispone a tomar unos días de descanso -quien pueda-, la maquinaria político-administrativa andaluza no descansa en dar disgustos, y asalta las páginas del boletín oficial con una compleja y confusa norma que, según ella, pretende regular la organización territorial provincial de la Administración de la Junta (Decreto 342/2012, de 31 de julio, BOJA 150, de 1.8.12).

 

Técnicamente la regulación es, repitámoslo, confusa y complicada en extremo. Se diría que la Junta busca desorientar al ciudadano; que no descubra las íntimas e inconfesables intenciones de los actos y normas oficiales que aprueba, ni conozca el laberinto del Leviatán  andaluz.

 

Ahora la Junta publica una reorganización de cargos y competencias hecha a medida de los intereses de partido y del nuevo Gobierno de coalición PSOE – IULV-CA.

 

Bajo la excusa de simplificar la organización periférica de la Administración andaluza -lo que reclama el sentido común, la eficiencia y, sobre todo, la dura crisis económico-financiera que nos azota-, en realidad se trata de una adecuación de la estructura organizativa andaluza a los pactos, deseos e intereses de los dos partidos que conforman hoy el Ejecutivo andaluz.

 

Dos rasgos subrayaríamos de la citada  norma. Uno es la enorme dificultad y complejidad (basta leer la disposición) que presenta el diseño organizativo que se pone en vigor. Resulta verdaderamente difícil conocer el órgano al que le corresponde determinada competencia, pues la asignación se ha hecho teniendo en cuenta los intereses partidistas y el reparto de influencias más que pensando en la racionalidad organizativa. Especial  dificultad arroja conocer ante qué órgano se debe presentar  el recurso correspondiente en caso de impugnación por el interesado.

 

La segunda nota es que la misma norma frustra la meta de simplificar la organización andaluza y, así, reducir el gasto público. En efecto, además de mantener las Delegaciones del Gobierno y las Delegaciones Provinciales de las Consejerías, se crean las llamadas Delegaciones Territoriales, nuevos órganos periféricos que potestativamente pueden agrupar Delegaciones provinciales. Todavía más: el Decreto que estudiamos crea ‘ex novo’ cinco Delegaciones Territoriales para dar respuesta organizativa a las materias cuya gestión tienen repartida el PSOE e IULV-CA. Esta última formación ha conseguido también crear una pretenciosa Oficina de la Vicepresidencia (¿un comisariado soviético?), con un “responsable” (sic) en cada provincia andaluza, que representará a aquella (Valderas y su formación) y que, para mayor facilidad de nombramiento, pertenecerá  a la categoría de ¡personal eventual! (o de confianza, nunca mejor dicho).

 

En fin, como comprobamos, nada de simplificación ni ahorro. Mucho de galimatías jurídico-administrativo, mucho de orgía organizativa, mucho de complejidad competencial. La Junta antepone el interés de partido al general (103.1, CE).

 

De nuevo la melancolía e impotencia vuelve a dominar al ciudadano, testigo de cómo en estos momentos de ruina y ‘default’ de las Administraciones públicas españolas, la andaluza, de espaldas, una vez más,  a criterios de racionalidad, economía y servicio al ciudadano, como si de un Ente solvente y soberano se tratara, hace un traje administrativo a medida de los intereses de los dos partidos que se han repartido la pieza abatida llamada Administración pública andaluza.

 

Lo malo es que la pieza cobrada no es irracional ni salvaje, sino bien doméstica, el desdichado españolito, maltratado, una vez más, por sus dirigentes.

 

Padecemos la Administración que nos merecemos. Dios nos asista.