La democracia, los partidos políticos y la democracia en los partidos políticos

Observando las bases del Derecho Público español vigente, es posible comprobar la existencia de una estructura jurídico-política que procede de la idea de que España es un Estado social y democrático de Derecho conforme al artículo 1.1 de la Constitución Española, siendo los partidos políticos una manifestación de la expresión del pluralismo político, que es un valor superior del ordenamiento jurídico, y un instrumento fundamental para la participación política. Por eso, los partidos tienen una gran importancia en el sistema constitucional español, como indica la Sentencia del Tribunal Constitucional 3/1981, que señala que su “relevancia viene justificada por la importancia decisiva que esas organizaciones tienen en las modernas democracias pluralistas, de forma que se ha podido afirmar por algunos Tribunales extranjeros que «hoy día todo Estado democrático es un Estado de partidos» o que éstos son «órganos casi públicos», o conceptos similares”.

Es necesario destacar que el artículo 6 de la Carta Magna española establece que la estructura interna y el funcionamiento de los partidos políticos deberán ser democráticos. Este precepto deriva de la acertada idea de que, para que una sociedad sea adecuadamente democrática, los partidos que en ella se encuentran también deberán ser democráticos, ya que, de lo contrario, será imposible, en todo caso, que la ciudadanía pueda tener verdaderamente el poder.

El principal problema existente en la actualidad, en lo que a la actividad de los partidos políticos y a la toma de decisiones se refiere, es que la organización de los mismos se ha establecido de forma vertical y no de forma horizontal, de modo que las decisiones de ciertos miembros del partido prevalecen sobre la voluntad de los demás, que tendrán que elegir entre aceptar las ideas o revelarse, siendo la sumisión la opción mas cómoda en muchas ocasiones en las que determinados militantes pretenden escalar dentro del entramado organizativo de la formación política.

La situación existente en la mayoría de los principales partidos políticos del panorama nacional es que se ha creado una casta dentro de cada formación, de manera que unos pocos controlan o intentan controlar en el aspecto ideológico y en el aspecto organizativo todo el aparato del partido, que incluye a los militantes que están en las bases.

La casta que existe en cada partido está configurada, partiendo de la explicación de César Molinas en “Una teoría de la clase política española“, como una élite extractiva que intenta instrumentalizar la formación política, en lugar de como un medio para hacer efectiva la democracia, como una herramienta para lograr la consecución de fines de naturaleza particular con el objetivo de beneficiar a un sujeto o a un grupo de sujetos determinados, sacrificando, en muchas ocasiones, el interés del partido por satisfacer deseos privados que pretenden alcanzar un plano que supera al ámbito de la formación y que se manifiestan como el sueño de ser parte de una oligarquía política. Ese hecho provoca que, en muchas situaciones, bastantes militantes vean frenada su capacidad decisoria por la fuerza de las corrientes oficialistas, que intentan ejecutar en los órganos deliberativos las ideas de las personas que controlan los órganos directivos, de modo que, como dice Paloma Biglino Campos, “los partidos políticos siguen siendo los nervios del sistema democrático, pero están perdiendo capacidad para llevar la opinión de los ciudadanos a la vida del Estado”.

Los mecanismos empleados para controlar cada partido, que se constituye como un pequeño sistema dentro del sistema político nacional, son incompatibles con la democracia interna y suelen verse materializados en figuras como la disciplina de voto, que produce la alienación ideológica de muchos dirigentes en determinados asuntos debatidos en el seno del partido en el momento de desarrollar su actividad parlamentaria, aunque el artículo 67.2 de la Constitución Española indica que “Los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo”. Distanciarse de las actuaciones dirigidas por la cúpula de cada partido puede tener consecuencias negativas, ya que, como Alfonso Guerra dijo, “el que se mueve no sale en la foto”, aunque, como afirma Francisco Sosa Wagner, “el deber fundamental de todo afiliado debe ser el de respetar el credo ideológico básico de la concreta organización y su derecho más fundamental el de criticar las concretas estrategias de los dirigentes para poner en práctica el ideario”.

En el seno de determinados partidos políticos se están produciendo luchas para obtener el control de la asociación que deberían servir para fortalecer a las formaciones pero que, realmente, parecen perjudiciales. Este hecho puede ser útil para comprobar que, ciertamente, los partidos no están construidos sobre unos cimientos ideológicos y jurídicos sólidos, que deben estar presididos por la libertad ideológica y por la libertad de expresión.

No hay duda alguna de que es necesario realizar algunas modificaciones normativas que son indispensables, como las que se refieren a la reforma de la Ley Orgánica del Régimen Electoral General y a otros cambios, como el que debe hacerse para tipificar adecuadamente la financiación ilegal de las formaciones políticas. Las alteraciones legislativas correctas, si se hicieran bien, resolverían muchos problemas y servirían para poder crear un verdadero sistema democrático en el que los partidos y sus dirigentes sean una parte de la solución en lugar de constituir una parte del problema. No puede dejar de tenerse presente que los partidos políticos son un reflejo de la realidad social existente.

Para que España pueda ser un Estado social y democrático de Derecho, es necesario que los partidos políticos sean fieles a los principios que sustentan la estructura jurídica existente, ya que son un elemento de ella y sus actuaciones condicionan el desarrollo de la práctica judicial, la creación de la legislación y la actividad administrativa, por culpa de las distorsiones que se han ido produciendo por los fallos que tienen los pilares constituciones, que no han logrado garantizar el establecimiento de una fuerte división de poderes, aunque no hace falta modificar la Constitución, sino mejorar algunas normas esenciales y garantizar su cumplimiento.

6 comentarios
  1. O,Farrill
    O,Farrill Dice:

    Creo que los partidos políticos son organizaciones sociales de carácter privado que recogen y canalizan las aspiraciones de los ciudadanos al igual que las organizaciones sindicales lo hacen (o deben hacer) de los trabajadores. No tienen por tanto el carácter de “público” (general) en tanto son “partidarios” (intereses particulares) y, en todo caso, deberían regirse como cualquier otra organización social de supuesto interés público. Al haberlos “consagrado” la C.E. como la vía de participación y representación política, están inmersos en ese “limbo” cuasi metafísico donde se confunde lo público y lo privado. Así pueden estar al sol que más les interese. Más todavía. En España la construcción de los partidos, así como los sindicatos no ha surgido directamente de los ciudadanos sino que se ha partido de artificios en los que lo “público” tenía un gran peso específico con la justificación de la experiencia de gobierno. Nos son espacios abiertos a los ciudadanos, los diputados son elegidos por adhesión al partido más que por representación, hay un desequilibrio injusto por la dichosa Ley D,Hont, no existe la igualdad de oportunidades en las candidaturas al primarse unas sobre otras…. En fin, una cosa es la teoría y otra la práctica y, desde luego ésta es manifiestamente mejorable.

  2. David
    David Dice:

    Estoy de acuerdo en casi todo lo que dice.
    Me gustaría dar algunas opiniones que tengo al respecto:
    1.- Con perdón, la Carta Magna se la pasan estos por donde ya sabemos todos.
    2.- Es imposible controlar el funcionamiento democrático de los partidos, si no existe ninguna institución o forma de poder controlarlos. Esta comprobado que el poder judicial no es efectivo para este caso. Más bien todo lo contrario.
    3.- Desde mi punto de vista, no hay forma de cambiar a los partidos políticos tradicionales, a los q yo también considero casta, aunque no sea de Podemos (dios me libre) ya que estos se sustentan en una especie de mafia o sistema caciquil, donde si no estas de acuerdo acuerdo, te expulsan y ya está.
    Me voy a mojar, nunca he votado a Ciudadanos, ni soy afiliado ni nada, pero conozco a Garicano y le considero un gran economista, y Albert Rivera me parece el único político con sentido común y con valentía para cambiar las cosas, así que mi voto para las próximas generales lo tienen.

  3. de Lege Ferenda
    de Lege Ferenda Dice:

    “No puede dejar de tenerse presente que los partidos políticos son un reflejo de la realidad social existente”.
    Plenamente conforme.
    La calidad democrática de una Asociación es responsabilidad de sus miembros (y miembras). Por eso la corrupción nunca es de una “cúpula” partidaria/partidita, sino de sus “bases”, que los eligen.
    Lo mismo con las Cortes -Generales o autonómicas- y los Ayuntamientos.
    Los Populismos juegan con estas cartas marcadas, en un territorio más amplio. El de los Partidos “atrápalotodo”, en el que se juega con las emociones ciudadanas (emociones creadas o exaltadas por el Banco de Santander y sus Medios de Comunicación, con el apoyo de la “cosa” pública mediática).
    La síntesis poulista es evidente: Cuanto peor nos va a los españoles, mayores perspectivas de éxito electoral tienen sus dirigentes. Las bases, aquí, ni llegan ni a anécdotas.
    Ahora nos proponen votar para no pagar la electricidad. Obsérvese la diferencia de no pagar, respecto a pagar un precio -como dice el Sr. tena en un afortunadísimo y reciente post- “Justo”.
    Democracia como mercado del voto. Es un teleshow.
    Gracias por el post. Saludos

  4. Momus
    Momus Dice:

    No comparto este discurso “políticamente correcto” según el cual los partidos políticos deben ser democráticos. Realmente, el hecho de que un partido sea democrático no aporta nada a la propia democracia ni a la sociedad. Ninguna gran organización es democrática, ni falta que le hace: el Ejército, la Iglesia, los grandes bancos, las grandes empresas, las Universidades de prestigio, suma y sigue. Todas ellas son gestionadas por élites que se responsabilizan de su buen gobierno. Yo no quiero que mi banco, ni mi empresa suministradora de gas, sean democráticos. Lo que quiero es que den un buen servicio a un precio ajustado, que respeten los derechos de los consumidores, también los derechos laborales de sus empleados, y que paguen los impuestos que deban. Finalmente, quiero que haya competencia y que yo pueda cambiarme de compañía (es decir, de partido) si veo otro mejor. Así funcionan las cosas, o deben funcionar.

    • Diego Fierro Rodríguez
      Diego Fierro Rodríguez Dice:

      En realidad, no hay que partir de un discurso políticamente correcto, sino que es necesario pensar en un discurso teóricamente correcto. La Constitución Española y la Ley Orgánica 6/2002 de partidos políticos afirman que las formaciones deben ser democráticas porque, de lo contrario, es imposible que pueda existir una democracia real. Lo curioso es que el artículo 10 de la Ley Orgánica dice que la disolución judicial de un partido político será acordada por el órgano jurisdiccional competente cuando vulnere de forma continuada, reiterada y grave la exigencia de una estructura interna y un funcionamiento democráticos, conforme a lo previsto en los artículos 7 y 8 de la norma. Si este precepto fuera realmente eficaz, no existirían los grandes partidos que se han implantado. En Estados Unidos, por poner un ejemplo, hay una democracia interna en los partidos que es ejemplar. Es cierto que al país norteamericano se le pueden criticar muchas cosas, pero las primarias celebradas allí son dignas de admiración en muchos aspectos.

      En cuanto a lo que usted comenta de las élites, el asunto es muy interesante. El problema es que ese modelo es más propio de la cultura anglosajona o alemana que de la española. Los miembros de las élites políticas no se responsabilizan por un buen gobierno, sino por un desgobierno que intentan aprovechar para favorecer a sus familiares y a ellos mismos. Además, en muchos casos, las personas que se encuentran en la cúspide política no son las más cualificadas objetivamente hablando ni son las más competentes, ya que en muchas situaciones son dirigentes personas que, sin ser brillantes, fueron lo bastante listas como para no moverse, de tal modo que pudieron salir en la foto y verse beneficiados por sus buenos contactos.

      • Diego Fierro Rodríguez
        Diego Fierro Rodríguez Dice:

        En realidad, no hay que partir de un discurso políticamente correcto, sino que es necesario pensar en un discurso teóricamente correcto. La Constitución Española y la Ley Orgánica 6/2002 de partidos políticos afirman que las formaciones deben ser democráticas porque, de lo contrario, es imposible que pueda existir una democracia real. Lo curioso es que el artículo 10 de la Ley Orgánica dice que la disolución judicial de un partido político será acordada por el órgano jurisdiccional competente cuando vulnere de forma continuada, reiterada y grave la exigencia de una estructura interna y un funcionamiento democráticos, conforme a lo previsto en los artículos 7 y 8 de la norma. Si este precepto fuera realmente eficaz, no existirían los grandes partidos que se han implantado. En Estados Unidos, por poner un ejemplo, hay una democracia interna en los partidos que es ejemplar. Es cierto que al país norteamericano se le pueden criticar muchas cosas, pero las primarias celebradas allí son dignas de admiración en muchos aspectos.

        En cuanto a lo que usted comenta de las élites, el asunto es muy interesante. El problema es que ese modelo es más propio de la cultura anglosajona o alemana que de la española. Los miembros de las élites políticas no se responsabilizan por un buen gobierno, sino por un desgobierno que intentan aprovechar para favorecer a sus familiares y a ellos mismos. Además, en muchos casos, las personas que se encuentran en la cúspide política no son las más cualificadas objetivamente hablando ni son las más competentes, ya que en muchas situaciones son dirigentes personas que, sin ser brillantes, fueron lo bastante listas como para no moverse, de tal modo que pudieron salir en la foto y verse beneficiados por sus buenos contactos.

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