Otra regeneración de la que urge hablar: la regeneración educativa

Ayer lunes fue el Día Mundial del Docente. Pocas cosas hay más importantes para una sociedad civil fuerte y sana que la educación, y a ella  dedicamos hoy los editores nuestro post.

 

El capital intelectual no cabe duda que está en la base del crecimiento de un país y por ello la universidad es un activo estratégico y decisivo como responsable del nuevo capital humano.

Gran parte de las irregularidades que vivimos hoy encuentran su causa en el nivel académico de nuestras universidades por lo que también procede hablar de “regeneración educativa”, hacia una universidad más transparente donde el mérito y la capacidad se erijan en criterios determinantes y únicos tanto en la selección del profesorado como de los alumnos. Estos principios de mérito y capacidad que se reclaman para todo el funcionariado deben ser evidentes en el ámbito universitario y que el alumno que se está formando perciba que, efectivamente, el mérito y la cultura del esfuerzo son el único camino para crecer profesionalmente.

Durante los últimos años en España se ha producido un deterioro grave de la educación. Primero en la etapa escolar y posteriormente en el ámbito universitario. El nivel del alumnado que accede a la universidad es cada vez más bajo y la excelencia brilla por su ausencia. Se parte de un error estratégico de base: que la mayor parte de la población tiene que acceder a la universidad, lo que ha provocado una devaluación del título universitario. En la actualidad el paro de los titulados universitarios españoles (14%) triplica el de la OCDE (5%). Hay un desajuste entre el nivel educativo y el nivel de competencias. Tanto en el ámbito de la educación secundaria obligatoria como en el universitario, el nivel de exigencia al alumno ha disminuido mucho. Hay muchos titulados y poca formación y eso evidencia el fracaso del sistema.

Especialmente llamativo es el bajo nivel en la Educación Secundaria Obligatoria (ESO), con el objetivo de que la mayor parte de los alumnos la superen, lo que supone una discriminación negativa a los alumnos brillantes que no dan todo lo que podrían dar porque “no se les pide”. Si se mantiene esa estrategia – equivocada- hay que aumentar los años de bachillerato con el objeto de que el alumno que quiera acceder a la universidad adquiera un nivel de competencias adecuado en un tiempo suficiente. En dos años no es posible suplir las carencias de una educación secundaria de bajo nivel.

Para tener una mejor universidad, hay que atraer a los mejores profesores y a los mejores alumnos. Ambas variables son imprescindibles. Sin un alumnado de calidad, no hay estímulo a una adecuada calidad docente. No es posible cambiar el país sin cambiar la educación. Cualquier cambio pasa necesariamente por enfrentarse de forma valiente a nuestro problema educativo para lograr una población fuerte mentalmente y no manipulable por mensajes populistas.

Es necesario adoptar medidas urgentes en este terreno. Creemos que es necesario que las universidades se financien en función de las actividades desarrolladas y sus resultados, de manera que se fomente la autonomía y la competencia. Ello supondrá un estímulo a la selección de los mejores profesores porque son los que “producen”, lo que mediatamente favorecerá la lucha contra la endogamia universitaria que es la manifestación más palpable de la corrupción que asola el sistema.

Hay también que mejorar la retribución del profesorado en función de sus resultados con una buena política de incentivos. Un mayor porcentaje de salario variable. La antigüedad debe dejar de ser un mérito que tenga impacto en el salario del profesor. Este principio, por lo demás, debe extenderse a todos los funcionarios públicos. “Llevar mucho tiempo” en la universidad no es un mérito en sí mismo. De hecho, puede considerarse un demérito cuando se lleva muchos años con una producción de bajo nivel.

Las encuestas de evaluación actividad docente obligatorias y sus resultados tienen que tener impacto en la retribución del profesorado. En la actualidad los quinquenios docentes se conceden de manera automática por el mero transcurso de tiempo.

La retribución del profesor activo, con buenos resultados debe ser atractiva porque hay que atraer talento. En la actualidad se está generalizando la dedicación a tiempo parcial. La universidad pierde a sus mejores profesores que acuden al mercado para obtener una retribución adecuada a su capacidad y preparación. Ello ha provocado un efecto nada deseable: muchos profesores han perdido la neutralidad al pasar a prestar sus servicios en grandes despachos o grandes empresas.

Así mismo, es necesario flexibilizar el régimen de incompatibilidades. Un profesor en dedicación exclusiva debe poder realizar actividades complementarias en el mercado. Ello facilita la transferencia de resultados de su investigación y favorece su actividad docente.

Es imprescindible una mayor inversión en la formación del profesorado de manera que el profesor ayudante que esté realizando la tesis doctoral pueda tener un sueldo digno que le permita dedicarse full time a su formación investigadora. En España el doctorado está devaluado y eso es un índice de “subdesarrollo”.

La movilidad del profesorado universitario debe convertirse en requisito esencial para la promoción universitaria. Todo profesor de universidad debe haber realizado estancias en universidades extranjeras dotándose recursos para ello.

Respecto al alumnado, consideramos que es importante que el primer curso en la universidad sea “selectivo”. El alumno que no supere las asignaturas en las dos convocatorias oficiales, debe abandonar la universidad. Este efecto no debe producirse solo para los alumnos con becas.

Criticar es fácil, proponer es más complicado. Necesitamos un sistema que estimule la excelencia de profesores y alumnos. El progreso de un país pasa necesariamente por mejorar su capital humano. Es la base de cualquier cambio: personas formadas y libres de pensamiento.