Las líneas rojas y la lamentable mediocridad de nuestra clase política

Ahora que parece que vamos de cabeza a unas nuevas elecciones, pienso que no está de más reflexionar sobre las líneas rojas que los diferentes partidos se han autoimpuesto y que nos conducen inexorablemente a las urnas. Ninguna está justificada, pero algunas están menos justificadas que otras. Nuestros políticos están metiendo en un caldero que no debería cocer más que la designación de una mayoría parlamentaria para sostener al poder ejecutivo, asuntos personales y cosmovisiones ideológicas integrales. Al más puro estilo español.

El PP sólo tiene una única línea roja, aunque más que roja parece bermellón: que Rajoy siga siendo Presidente. En realidad, es una línea roja que se ha autoimpuesto el propio Rajoy, pero cuenta con la ventaja de que su partido y él son la misma cosa desde el punto de vista funcional,  por lo que únicamente se tiene en cuenta su opinión personal.

Obviamente es una línea roja personal absolutamente indefendible desde cualquier perspectiva, pero especialmente desde la de los intereses de su partido. Si el PP hubiera propuesto otro candidato o simplemente hubiera ofrecido esa posibilidad en una negociación, hubiera colocado al PSOE en una posición muy complicada y estaría en unas condiciones óptimas de cara a unas nuevas elecciones. Ahora, sin embargo, solo cuenta con la dudosa esperanza de que la abstención castigue más a los otros partidos. Obviamente no hay ningún votante socialista que pueda reprochar a Sánchez no haber apoyado a Rajoy, ni nadie que no lo haya hecho antes que como consecuencia de esta postura inmovilista vaya a hacerlo ahora.

Ciudadanos tiene dos líneas rojas también de escasa justificación: el tema del referéndum en Cataluña y que Podemos no entre en el Gobierno.

Haber convertido la negativa al referéndum en una línea roja para formar Gobierno es improcedente desde el momento en que la independencia de Cataluña exige una reforma constitucional y, en consecuencia, también debe exigirla un referéndum de independencia. Su estrategia debería haber pasado por enfatizar que sin reforma constitucional no se puede someter a referéndum cuestiones (como la unidad de España) sobre las que la Constitución ya ha tomado una decisión. Este tema ya lo hemos comentado en el blog (aquí). En consecuencia, lo que debería haber alegado Cs es que este es un no-problema en esta fase de la negociación. Desde el momento en que se exigiría una reforma constitucional el apoyo a la misma del PP es imprescindible, por lo que cualquier pacto de Gobierno está incapacitado para sacarlo adelante. ¿Por qué, entonces, molestarse en dar una respuesta a un no-problema y convertir esa respuesta en una línea roja? Esa insistencia en negar el referéndum lo único que hace es fortalecer la posición retórica de Podemos (su propia línea roja) y transformar un no-tema de Gobierno en un tema de Gobierno.

La negativa a que Podemos entre en el Gobierno tampoco puede ser una línea roja cuando uno sí quiere entrar en ese Gobierno de coalición. Podría serlo el entrar todos o ninguno, pero si Cs considera que debe entrar en un Gobierno para vigilar el pacto al que ha llegado, no tiene sentido prohibir al otro lo que se exige para sí mismo. Porque en ese caso la línea roja sería llegar a cualquier clase de pacto con Podemos, y lo que se estaría pidiendo –también como línea roja- es su apoyo a cambio de nada.

El PSOE tiene las mismas líneas rojas que Cs  (respecto de las que cabe decir casi lo mismo) y además la negativa a cualquier presidente del PP (lo que no es exactamente correlativo a que Sánchez sea presidente sí o sí, porque, al menos todavía, no se ha negado a que Rivera pueda serlo).

Obviamente esta última línea roja contra el PP tampoco se justifica. Si el PP acepta un cambio de líder, la única línea roja admisible debería ser que este partido no aceptase determinadas reformas o cambios de rumbo que el PSOE considerase imprescindibles para apoyarle, pero para saber cuáles son hay que sentarse primero a negociar admitiendo la posibilidad de un Presidente del PP. No hacerlo así solo se explica por la débil situación personal del Sr. Sánchez, que tiene claramente asumido que César o nada.

Podemos tiene las dos líneas rojas correlativas: el referéndum y entrar en el Gobierno.

Haber planteado este tema totalmente secundario del referéndum con esta insistencia solo se explica por sus problemas internos y por la respuesta errónea que ha recibido de sus contrincantes políticos. Con los problemas que tiene España, exigir como requisito para formar Gobierno una toma de postura política imposible de ejecutar por la mayoría parlamentaria que apoya a ese Gobierno, es algo peor que una gigantesca irresponsabilidad: es una falta de respeto a las prioridades vitales de sus propios votantes. Podemos debe asumir el dato de una vez: es el único partido de los cuatro que defiende el referéndum. Así que pedagogía con el electorado español y a esperar que en el futuro la cosa cambie. Pero de ahí a que, mientras tanto, no cambie nada más (porque ni siquiera quieren sentarse para discutir cualquier reforma) es un salto difícil de explicar para su electorado.

Tampoco tiene sentido exigir entrar en el Gobierno como una línea roja. Los pactos podrían controlarse a través de ministros independientes o por otros medios. Si para los dirigentes de Podemos pillar poder es algo tan crítico como para negarse hasta a una abstención, cualquiera que sea lo que desde el punto de vista programático se obtenga a cambio de ella, cabe decir lo mismo que antes: estamos ante una estafa integral a sus votantes motivada exclusivamente por cuestiones personales.

Entremos ahora en la fase de las valoraciones relativas.

Creo que en este carrusel de irresponsabilidades la palma se la lleva el PP, sin duda alguna, porque lo único que le mueve es la situación personal de Rajoy. Es un partido totalmente bloqueado por el interés personal de un señor. Con lo que está pasando en España creo que no cabe un calificativo peor.

El segundo premio va para Podemos, pienso también que con escasa discusión. Aquí se mezclan cuestiones personales (tocar poder y mantener el liderazgo absoluto dentro del partido) con maximalismos ideológicos bastante incongruentes, incluso para su propio electorado.

La tercera posición corresponde al PSOE, que a las líneas rojas de Cs suma una más de escasa justificación, motivada por la situación personal del Sr. Sánchez.

Y por último Cs, quizás porque tiene la ventaja de un liderazgo más sólido que el de la concurrencia y, paradójicamente, menos capacidad de decisión que sus vecinos (por lo que se le ve menos el plumero), pero que en cualquier caso necesitar mejorar.

La conclusión final es que nuestros partidos son incapaces de dejar aparte las cuestiones estrictamente personales y las cosmovisiones políticas integrales para negociar una simple mayoría parlamentaria que pueda sacar adelante ciertas reformas puntuales, pero muy convenientes. Hay muchos temas sobre los que PSOE,  Cs y Podemos pueden ponerse de acuerdo y sacar adelante por si solos (rentas de ayuda, subida del salario mínimo, reforma de la ley electoral, corrupción, independencia del Poder Judicial, lucha contra el fraude fiscal, indultos, supresión de aforamientos no amparados por la Constitución, puertas giratorias, dependencia, conciliación laboral, segunda oportunidad, sanidad, reforma educativa, etc.).  El que cuatro meses después de las elecciones no se hayan ni siquiera sentado a discutirlas por no estar de acuerdo en temas que no pueden sacar adelante por si solos (como el famoso referéndum) o por quién va a estar o no en el Gobierno, sinceramente roza el surrealismo y como españoles nos debería llenar de vergüenza.

En cualquier caso hay que reconocer, con todo, que algunos parecen tener bastante más culpa que otros. Esperemos que si se confirman las nuevas elecciones los ciudadanos lo tengan en cuenta para que este lamentable espectáculo no continúe indefinidamente.