El federalismo en la Fundación ADENAUER

Es costumbre de la Fundación Konrad Adenauer, vinculada a la democracia cristiana alemana, organizar algunas conferencias en las que se analiza un precepto constitucional y contrastarlo con su aplicación en la realidad.

Hace pocos días le ha tocado el turno al artículo 30 de la GG, a cuyo tenor “el ejercicio de las competencias estatales y el cumplimiento de las funciones estatales competen a los Länder siempre que la presente Ley Fundamental no disponga algo en sentido contrario”.

La dirección de tales encuentros se encomienda a un cualificado experto en Derecho. En este caso se asignó tal misión a Ferdinand Kirchhof. ¿Quién es este hombre, probablemente solo conocido entre refinados jurisperitos españoles? Kirchhof, miembro de una dilatada y brillante familia de juristas, ha sido catedrático de derecho público en varias Universidades, entre ellas, la -para mí- más entrañable de todas: la de Tübingen donde ha sucedido a personajes tan especiales como Otto Bachof, Günter Dürig, Thomas Oppermann, Günter Püttner etc. Ahora es magistrado del Tribunal Constitucional y, en el pasado, siempre como experto vinculado a la democracia cristiana, tuvo un papel relevante en la reforma federal que se ultimó en el primer decenio de este siglo XXI.

Centrados así asunto y personaje ¿qué nos dice el Profesor Kirchhof? Pues que la dicción del artículo 30 de la tan alabada Ley Fundamental de Bonn poco o nada tiene que ver con la realidad porque la fuerza entre la Federación y los Länder se ha desarrollado desde un pasado que ya es remoto siempre a favor de la Federación (nosotros en España diríamos “del Estado”). La observación no es nueva y ya incluso Richard Thoma (que murió en 1957) habló de un labiler Bundesstaat (débil Estado federal) y Golo Mann, que no era jurista sino historiador sagaz y de buena pluma, cuando escribe su Deutsche Geschichte des XIX. und des XX Jahrhunderts (manejo la edición de 2009), señala que “los Länder actúan con acierto como defensores de la Constitución y no les faltan ni competencias importantes ni funciones decorativas. Pero la tendencia hacia el centro, hacia Bonn, ha ido muy deprisa. La República Federal … es un Estado unitario dividido regionalmente …”. Y en efecto así era: ¿no fue en 1962 cuando dio el campanazo el libro de Konrad Hesse Der unitarische Bundesstaat (El Estado federal unitario)?

Pues bien, Kirchhof ahora añade una precisión extraída de la evolución de los acontecimientos recientes y habla de un “federalismo financiero unitario”, es decir, un federalismo basado en una predominancia de la Federación tejida por las transferencias de fondos a los Länder que tienen su epicentro emisor en Berlín. Preciso es tener en cuenta -aunque esto no lo contó Kirchhof en su conferencia porque en el escenario en el que hablaba era innecesario- que, como consecuencia de la reforma federal, en 2019 expirarán los instrumentos vigentes de redistribución financiera federal así como una serie de transferencias provisionales hechas a los Länder en el marco de la primera reforma del federalismo. Y a partir de 2020 los Länder no podrán emitir deuda salvo que se trate de deuda pública coyuntural. De manera que el debate futuro del federalismo alemán, en su integridad, se centrará en las relaciones económico-financieras entre el todo y las partes.

Kirchhof, en su conferencia, se declaró abiertamente partidario del sistema federal y avanzó algunas razones para explicar esta inclinación: permite mayor proximidad al ciudadano y un mejor funcionamiento de los partidos, facilita la competencia y con ella el encuentro de soluciones políticas a los mismos problemas … Pero al mismo tiempo constata que hay ingredientes contemporáneos que obstaculizan o marchitan la idea federal: las tendencias unitarias en el gobierno de la economía y en el desarrollo de la técnica, de la logística, las exigencias de eficacia y transparencia, la misma movilidad social que ha arruinado la vieja vinculación estable de las poblaciones a un territorio.

La reunificación, por otro lado, ha empujado en la misma dirección, al igual que ha ocurrido con la gestión de los flujos migratorios, la orientación de las empresas hacia el mercado global, la creciente importancia de las instituciones europeas, todo un conjunto de elementos que debemos considerar como fragmentos ya estables -y no huidizos- del nuevo orden social y político.

Y yo añadiría: a partir del atentado de diciembre de 2016 en un mercadillo de Navidad en el centro de Berlín, el ministro del Interior (De Maizière) ha puesto sobre la mesa el debate sobre la necesidad de reforzar la centralización de la policía y los servicios de seguridad, un asunto tabú -junto con la escuela- en la historia alemana.

Es curioso que en el coloquio -de alto nivel- que siguió a las palabras de Kirchhof nadie impugnó sus tesis centrales limitándose tan solo los intervinientes a formular pequeñas observaciones técnicas.

En fin, un coloquio en el que salieron a relucir las regiones que en Europa aspiran a la independencia y entre ellas se citó a Cataluña para concluir que en Alemania, donde ya los problemas que estas regiones secesionistas suscitan peinan canas y gozan de exhaustivo tratamiento, la obstinada realidad es la descrita.

Por todo ello causa estupor comprobar cómo entre nosotros (más bien entre ellos) se enarbolan banderas, se invocan derechos históricos, fueros y leyes viejas o se sueña con competencias blindadas y otros extravagantes andrajos que deberían colgar exangües en el armario más apolillado y desvencijado de nuestro desván. Allí donde dormitan las fábulas.