¿Y si creamos “Palmarnia”?

Entre las diferentes reacciones de todo tipo que ha suscitado el proceso separatista catalán, una de las más ocurrentes -porque pone a los separatistas frente al espejo de todas sus contradicciones- es la posible creación de “Tabarnia”, ese acrónimo que combina las antiguas localidades romanas de Tarraco y Barcino, y que se refiere a la segregación de la eventual Cataluña independiente de una zona costera, urbana y de mayoría no independentista, que agruparía parte de las actuales provincias de Barcelona y de Tarragona, enfrentada a la “Tractorluña” rural de mayoría secesionista, y que pasaría a formar una Comunidad Autónoma propia, permaneciendo unida al resto de España.

Sobre la base de la ingeniosa idea anterior, que pone de los nervios a los dirigentes del prusés, y que algunos extienden también a otras zonas no independentistas del Principado (como por ejemplo el Valle de Arán), y dadas ciertas circunstancias coincidentes que se dan también en otras zonas de España, les quiero proponer un pequeño ejercicio o divertimento mental. Lo que les propongo no es una mera hipótesis intelectual o de laboratorio, ya que estuvo a punto de materializarse en el País Vasco en octubre de 2003, en la época del “Plan Ibarretxe”, cuando las Juntas Generales de Álava, el Parlamento de esta provincia integrada en la Comunidad Autónoma Vasca, votaron a favor de “liberarse” del compromiso de adhesión a Euskadi contraído en 1979 en el caso de salir adelante el proyecto independentista del citado Lehendakari, que luego acabó frustrándose.

Les pongo como ejemplo la situación de la ciudad de Palma en el entorno general de la isla de Mallorca y de la Comunidad Autónoma de les Illes Balears, aunque ello podría extrapolarse a muchas otras ciudades de toda España. Examinando los resultados electorales de los años 2015 (Municipales y Autonómicas) y 2016 (Generales), resulta que entre un 65 y un 70 por ciento de los votos emitidos en Palma se decantaron por partidos constitucionalistas, siendo verdaderamente marginal -y eso que el centro derecha obtuvo sus peores resultados en años- el voto a formaciones de tendencia catalano-separatista. Todo ello hay que ponerlo en relación también, pese a las conocidas distorsiones que genera la vigente Ley Electoral -que siempre favorece a los territorios rurales y a las islas pequeñas frente a las zonas urbanas-, con la verdadera importancia económica y social de la ciudad de Palma en el conjunto de las Baleares. Con sus 434.516 habitantes censados en el año 2017 (según el INE), y con un área metropolitana de 560.240 personas, reúne el 50,5% de la población de toda la isla de Mallorca, y el 37,44% del conjunto del archipiélago. Y, en términos económicos, la capital representa holgadamente bastante más de la mitad del PIB de todo el territorio insular balear.

Visto todo lo anterior, y constatado que Palma constituye sin duda una ciudad de acogida con un gran éxito en número de visitantes nacionales y extranjeros, gran centro cultural y económico, dotado de excelentes infraestructuras en materia de seguridad ciudadana, sanidad, educación, alojamientos hoteleros, restauración, comercio y comunicaciones, y con un buen número de población foránea residente y perfectamente integrada, podríamos decir que estamos ante una ciudad verdaderamente europea, moderna y cosmopolita. Y todo ello contrasta enormemente con el hecho de estar dirigida en sus diferentes instituciones autonómicas, insulares y municipales por un montón de políticos y políticas que no son palmesanos, procedentes en su gran mayoría de los pueblos de la isla de Mallorca, y cuyas decisiones las adoptan con los ojos cubiertos por una enorme boina. Siguiendo el símil catalán, tenemos la anómala situación de una “Palmarnia” cosmopolita dirigida con escaso acierto por un grupo de personajes procedentes en su mayoría de la “Tractorllorca” rural.

No quiero decir con ello que tengamos que despreciar a los dirigentes políticos según el lugar de su nacimiento, ni mucho menos. Nada más lejos de mi intención, tratándose además de gente que tiene la piel tan fina. Pero resulta evidente que estamos en manos de muchos dirigentes que, simplemente, no entienden la ciudad. Pretender cambiar sus fiestas y tradiciones seculares, tener sus calles como un vertedero, cerrar el acceso rodado a todo el centro histórico, cambiar sin ton ni son un montón de direcciones, meter carriles bici por donde no caben con alto riesgo para sus usuarios, eliminar las terrazas del Paseo del Borne, querer celebrar en las zonas más elegantes hasta las ferias de ganado, hacer manifestaciones de odio al turismo o intentar por todos los medios derribar algunos de sus monumentos -que no han generado nunca conflicto alguno y han sido convenientemente despojados de cualquier símbolo que pudiera ofender a alguien- son claras muestras de no entender en absoluto la idiosincrasia de la ciudad, ni tampoco el carácter de los palmesanos. Por ello les decimos que empezamos a estar muy hartos de ellos. Y que vamos a proponer la emancipación de la ciudad para seguir siendo una capital europea, española, balear y mallorquina y, ante todo, limpia, acogedora, internacional, libre y cosmopolita. Por ello, exigiremos que dejen de gastar nuestro dinero para pagar actos contra nuestra Constitución y lo gasten en limpiar mejor nuestra ciudad, y que saquen sus ojos miopes, sus arados mentales y su mentalidad rural de nuestras avenidas, nuestros paseos y nuestras calles, y que nos dejen gobernarnos en paz. Vamos a promover el sacrosanto “derecho a decidir” de los nacidos en Palma. Ese derecho que tanto les gusta cuando se usa a su favor. Y, en su sano ejercicio, mandaremos a todos los dirigentes foráneos a tomar viento.

En definitiva, los palmesanos queremos decirles que la octava ciudad de España y la primera de nuestras islas se está cansando de ser dirigida por personas que no han gestionado antes ni un bar de pueblo y que, además de incompetentes, tienen una mentalidad estrecha, paleta, folklórica, prohibicionista y, además, secesionista. Y que, si algunos pretenden continuar con sus delirios sectarios e independentistas a costa de nuestro dinero, que cuenten con que hacia el año 2030 no sólo celebraremos en las Islas Baleares el referéndum de autodeterminación que nos anunció el diputado soberanista David Abril, sino otro más. El que promoveremos los palmesanos de verdad para librarnos, de una vez y para siempre, de todos ellos.

(Este post es una síntesis de un artículo publicado en El Mundo de Baleares el 4-1-18, que puede leer aquí).