Comprando tiempo para combatir la pandemia

Hemos superado las 2 semanas de confinamiento en todos los hogares españoles, y hemos iniciado otras dos semanas con exigencias aún más estrictas. 4 semanas en las que todos hemos asumido la restricción de derechos básicos, como la movilidad, o la posibilidad de abrazar o despedir a nuestros seres queridos, y muchos han sacrificado los ingresos de sus negocios y empresas, o sus salarios, en aras de un bien común compartido, la lucha contra la pandemia.

Hay muchas formas de entender y explicar este sacrificio. La comunicación pública incide en la necesidad de salvar vidas, preservando los saturados recursos sanitarios con los que contamos. Ese es el objetivo más loable y fácil de entender. Pero hay otra forma más global de entenderlo y comunicarlo: estamos comprando tiempo. 1 mes de tiempo. Y quizás sea necesario que nos pidan más, quizás 2 meses. El coste de ese tiempo no ha sido barato, ni en términos personales, ni en términos económicos, pero todo el mundo lo ha hecho convencido de que era la única forma de poder afrontar la crisis sanitaria. Abordaremos la idea del coste, pero primero querría detenerme en el concepto de “comprar tiempo”.

Hemos comprado tiempo para poder hacer todas las cosas que con previsión y planificación deberíamos haber hecho en los meses de enero y febrero, pero no se hicieron. No entraremos en las razones de esta imprevisión, nos quedaremos en las consecuencias. Lo que había que haber hecho se ha repetido muchas veces: comprar equipos de protección y seguridad, no solo para los sanitarios, sino para toda la población, comprar test de diagnóstico, y comprar respiradores que permitan atender en la mejor forma tanto a personas en situación crítica, como a personas con complicaciones respiratorias menos graves derivadas de la infección. Algunos propondrían que “compramos tiempo” no solo para comprar lo que precisamos, sino también para establecer una logística de producción y abastecimiento nacional, pero quizás eso sea ser muy optimista.

Comprar tiempo implica que no estamos solucionando el problema, simplemente lo estamos aplazando. Y a un coste elevado. Pero el tiempo comprado también debería permitirnos afrontar el problema con una solución sostenible y efectiva.

El confinamiento es una solución drástica y eficaz. Pero como comentábamos en este post hace una semana, de nuevo parece que afrontamos las pandemias del siglo XXI con las herramientas no ya del siglo XX, sino del siglo XIV. De nuevo podríamos esperar que trascurridos 7 siglos deberíamos contar con mejores herramientas que el quedarnos en casa confinados durante … 6 meses. Sin duda las herramientas existen. No nos referiremos a las sanitarias y médicas (medicamentos y vacunas) ya que estamos asumiendo que no contaremos con soluciones definitivas hasta dentro de al menos 12 meses. Hablamos de herramientas para no tener que pasar confinados en casa los meses que restan hasta que tengamos disponible la vacuna.

Algunos elementos deberían jugar a favor de esa compra de tiempo que tanto necesitamos. Si los análisis científicos son acertados, la incidencia de propagación del virus debería descender drásticamente con el calor. Quizás mayo, y sin duda junio, julio y agosto serán meses más favorables.

Las herramientas a nuestra disposición son igualmente conocidas, pero dado el escaso eco que siguen teniendo, nos atrevemos a insistir sobre ellas, aún a riesgo de ser pesados: Tests masivos y trazado de contactos de los casos positivos. No hay ningún mecanismo alternativo. La única forma de contener el virus que no suponga el confinamiento en las casas durante un largo período es un proceso de tests masivos y el trazado de los positivos y sus contactos. Es lo que viene repitiendo la OMS, y lo que están realizando los países que han logrado gestionar de forma efectiva el virus. La única alternativa es el confinamiento, y el coste no es comparable.

La respuesta a cuándo podremos salir del confinamiento será, o bien cuando empiece a hacer calor, o bien cuando contemos con el número suficiente de tests para hacerlos de forma masiva. No hay otra. A la primera opción podrán responder los meteorólogos, a la segunda debería responder el Gobierno. Es importante incidir en que los tests por sí mismos no son suficientes, es preciso complementarlo con el trazado de contactos. Necesitamos el confinamiento u hospitalización de los contagiados, en sus casas o en hospitales habilitados al efecto, según situación y condiciones, y necesitamos el trazado, y el test y cuarentena de los contactos de la persona contagiada para romper la cadena de contagios. De nuevo cuarentenas estrictas en casa, o en hospitales habilitados al efecto.

El trazado puede ser manual o automático. El manual conlleva errores (la memoria humana no es perfecta), y en cualquier caso requiere la dedicación de equipos de salud pública en la persecución de los casos. De las opciones automáticas, los países europeos comienzan a decantarse por la opción de Singapur, adoptada por República Checa, y apuntada también en Alemania. Una App muy sencilla, respetuosa con la privacidad. Una App que simplemente confía en la generosidad de las personas para proporcionar los datos de otras personas que podrían estar en riesgo de contagio una vez que son diagnosticados positivos, de una forma más segura y efectiva que el interrogatorio al que tendría que someterle el personal sanitario, como alternativa si no contamos con la App. Es ciertamente desesperante que en España no haya una iniciativa con amplio respaldo público para poner en marcha esta aplicación. Es inexplicable porque contamos con la tecnología y los expertos en protección de datos lo avalan.

Además de la App y el trazado, hace falta una estrategia para salir del confinamiento. Ya hemos escuchado muchas veces que será gradual. Solo hace falta concretar qué significa el concepto “gradual”. Hay personas que plantean una estrategia geográfica: hay muchas zonas en España que cuentan con un número muy reducido de casos y podrían volver antes a la normalidad. Con la estrategia de Apps y trazado, y reduciendo la movilidad entre las poblaciones, muchas de ellas podrían salir del confinamiento en un plazo muy breve. Hay estrategias más sofisticadas, basadas en el nivel de inmunidad. Si contamos con tests de inmunidad (personas que han superado la enfermedad), muchas personas podrían ya incorporarse a la vida normal. Parece la estrategia que está explorando Alemania, y parece una estrategia prometedora. Otras estrategias plantean gestionar las diferentes franjas de edad y colectivos de riesgo, más o menos afectadas por la mortalidad y criticidad del virus con diferentes medidas. Esta es una estrategia más compleja. Siempre podemos también esperar a que llegue el calor, que sin duda será la más segura de todas.

Cualquier que sea la estrategia de salida del confinamiento, tendrá que ir acompañada de otras medidas:

  • Medidas de protección para toda la población. Parece que claro que no aconsejar el uso de mascarillas fue otro de los errores que hemos cometido. Habrá que contar con ellas para toda la población.
  • Medidas para proteger a la población de mayor riesgo. Las franjas de edad de mayor riesgo (sea los 60, los 70 o los 80) probablemente deban extremar las precauciones durante un período mayor. Al igual que los colectivos de riesgo.
  • En cualquier caso reducir el contacto social durante un tiempo: Teletrabajo, telemedicina (ver experiencia inglesa), limitación grandes aglomeraciones, ….

Hemos comprado tiempo. Esto nos ha permitido salvar vidas, y esperemos que también afrontar la pandemia en mejores condiciones. Como toda compra tiene un coste.

No soy economista, soy ingeniero, pero dado que no he logrado encontrar las cifras de ese coste en ningún análisis económico de los muchos publicados en estos días, intentemos algo “de trazo grueso” con mentalidad de ingeniero, ruego me disculpen puristas y economistas. El PIB español es aproximadamente 1 billón de euros (billón europeo, 1 millón de millones de euros) o exactamente fue 1.244.757M€ en 2019. El último trimestre del 2019 fue de 315.710M€. De acuerdo con contabilidad nacional, con una estimación gruesa de sectores afectados (turismo, comercio, …) y no afectados (administración, agricultura, comunicaciones, financieras, …) estaríamos en un 60% del PIB. Con el trazo grueso que espero sepan perdonarme estaríamos hablando de 15.000 Millones de euros a la semana. Ese es el coste que estamos pagando por comprar tiempo. Si compramos 2 meses, el coste sería de unos 135.000 M€.

En estos días se lleva el artículo económico catastrofista, y el lenguaje bélico. Pero hay que ser optimistas. Es una situación trágica en vidas, pero no es una guerra. La infraestructura económica, empresarial y la demanda potencial siguen ahí, no ha sido destruidas, y estarán ahí tras el virus. El coste de 135.000 M€ es un coste asumible para un país como España. Incluso con una deuda del 100% del PIB, supondrá incrementarla un 10% – 15%. Financiación seguro que existirá. Probablemente también deberíamos empezar a hablar ya sobre cómo vamos a repartir el coste: ¿deuda? ¿deberían contribuir con algo como un impuesto especial los afortunados que hemos seguido cobrando el sueldo, sea de empresas privadas o de la administración pública, o teniendo ingresos en sus negocios, para financiar a los que no han tenido tanta suerte? Deberíamos empezar a hablar de esto como sociedad.

Y por supuesto la recuperación no será inmediata, pero quiero pensar que tampoco se nos habrá olvidado “vivir”. Las medidas de impulso a una economía que necesitará volver a arrancar las tendrán que pensar los economistas, que ya están ofreciendo ideas. Habrá sectores a los que llevará más tiempo recuperarse, siendo quizás el turismo el más evidente. Pero otros deberían poder recuperar cierta normalidad en un plazo no muy largo de tiempo.

Quiero ser optimista. Necesito ser optimista. Pero también me gustaría un Gobierno y unos representantes políticos que nos hablen a los ciudadanos con transparencia, como mayores de edad. Porque en esta crisis estamos demostrando serlo.