La cloroquina, los científicos, la ética, la ideología y la política. Comparando Francia y España.

Durante todos estos días, como suelo hacer a menudo, vengo viendo con asiduidad determinadas emisoras de televisión francesas: principalmente BFM, LCI y Cnews. En estos momentos, existe en el país vecino un debate científico de la máxima importancia y pertinencia no sólo científica sino ética, y que se centra en torno a un posible tratamiento curativo – no vacuna-  del Covid-19 con un antiviral al parecer muy eficaz. Francia está dividida. Lo que se inició hace unos días como un tema polémico que abordar en los muchos debates, y de bastante nivel a mi modo de ver, que se mantienen a diario en las plataformas televisivas ha derivado en una especie de guerra científica en estos momentos de máxima tensión, con implicaciones políticas y éticas. Pues lo que está en juego es curar o no curar a determinados tipos de enfermos, y que mueran o no muchas personas.

En un lado del debate está la postura de un médico y científico con fama a nivel mundial en lo que a enfermedades infecciosas se refiere, el Prof. Didier Raoult, de un Hospital de Marsella, que defiende y está aplicando a los enfermos de COVID-19 de su hospital un tratamiento a base de hidroxicloroquina comercializado por la casa Sanofi -un derivado de la cloroquina- junto a un antibiótico, al parecer con el resultado de una mejoría casi inmediata. Lo ha hecho de momento con un grupo de 24 contagiados y han mejorado todos. Hay cola – literalmente hablando- de gente de todas las edades en la puerta de su hospital para que se les haga la prueba y, en caso de ser positivos, conseguir el fármaco.

Esto ha escandalizado a Francia, pues para empezar el fármaco se ha agotado y otros tipos de pacientes que lo necesitan, los que tienen lupus, no lo encuentran. Efectivamente, parece ser que esta molécula, la cloraquina, hace muchos años que está siendo utilizada para curar el paludismo o malaria, e incluso se prescribe a personas sanas que vayan a viajar a determinadas zonas. El Dr. Raoult la ha usado varias veces a lo largo de su vida clínica y tiene publicaciones relevantes a nivel mundial, una de ellas específicamente sobre la cloroquina, de hace trece años. Por supuesto, hay toda una serie de médicos y científicos que coinciden en sus bondades, además del mencionado doctor, y le apoyan.

Pero en el otro lado del debate está el grupo de científicos que aconseja a Macron en estos momentos, también de primer nivel científico –a mi modesto entender-, que se resisten a aceptar esta estrategia. Éstos son más partidarios de iniciar – y ya han iniciado, junto con otros países europeos, entre ellos España – un estudio multicéntrico: una serie de ensayos clínicos con esta molécula y otras tantas, con la rigurosidad metodológica de los ensayos clínicos: grupo control, placebo, etc., pero que no dará resultados hasta dentro, por lo menos, de seis semanas. Mientras tanto la gente muere, y mucha, tanto en Francia como en España.

En el diario Le Parisien de ayer [por el 24 de marzo], se publica una entrevista al Prof. Raoult, y éste con toda crudeza pone de manifiesto la falta de ética, que juzga inmoral, al no poder administrar la cloroquina a los enfermos DESDE YA. Tacha a muchos de sus compañeros y científicos de estar en la luna al pretender comparar la puesta en marcha de ensayos clínicos “en tiempos de paz” con una infección emergente y que se propaga a velocidad de vértigo. Llega a decir que él es una persona pragmática (que ve a diario a cientos de pacientes) y no “des oiseaux de plateau de télé”, juicio severo donde los haya. Habla de “une ignorance crasse”, por parte de mucha gente y llega a decir que “la communication scientifique de ce pays s’apparente aujourd’hui á de la conversation du bistrot”. Palabras durísimas. Dice haber recibido llamadas de todo el mundo, incluida la Clínica Mayo y el MGH (Massachussets General Hospital).

Especifica la fórmula y la posología con que debe administrarse (combinada con un antibiótico, azythromycine), pero en la que no entraremos aquí por prudencia (aunque puede encontrarse en el citado periódico, el objetivo que pretendemos no es éste). Y acaba diciendo, no sin antes disparar algunos tiros dialécticos más contra los círculos científicos parisinos, que esta molécula se acabará usando en todo el mundo. En el momento en que se revisa por última vez esta entrada, a 27 de marzo, el gobierno francés acaba de autorizar el uso de la cloraquina en los hospitales, bajo la estricta responsabilidad de cada equipo médico.

¿Qué pretendo hacer ver; o mejor dicho, sobre qué pretendo hacer reflexionar con este post a los posibles lectores? Que la ciencia, y en particular la medicina, no es cuestión de todo o nada, sino que es un conocimiento de tipo probabilístico, y que los mejores científicos a veces mantienen posturas muy  diferentes. Que hay, y siempre habrá, disputas científicas en las que están implicados aspectos sociales, humanos, políticos, ideológicos y éticos. Que en tiempos de guerra (y Macron ha repetido hasta la saciedad “nous sommes en guerre”), hay que actuar con mucha mayor rapidez y adoptar posturas quizá menos “científicas” (desde el punto de vista metodológico) que en tiempos de paz, pero quizá eficaces. Que los aparentemente visionarios, y muy debatidos, a veces tienen razón. Que en España, lejos de estar en estos debates científicos, estamos aún en el momento de buscar mascarillas y tubos adecuados a la terrible situación. Que la batalla dialéctica en nuestro país, más que ser científica, se centra en si es el Gobierno central o las CCAA las que tienen la culpa de todo esto. Que en España estamos echando en falta a los contingentes de médicos y enfermeras que se han ido al extranjero por no encontrar aquí trabajo, 15.000 entre los años 2011 y 2015, y que ahora atienden a pacientes franceses, ingleses o alemanes. Que nuestros enfermos tienen que estar limitados, para ser tratados, a sus CCAA,- uno de Madrid no puede ir a Avila o a Toledo o a Sevilla-,  mientras que en Francia han puesto en marcha un TGV medicalizado, coches medicalizados e incluso helicópteros y un avión militar para llevar pacientes que lo necesitan de Mulhouse a Nantes, de Ajaccio a Marsella, de Mulhouse a Toulon, etc.

A pesar de esto no se puede dejar de citar la hazaña de haber construido en pocas horas en Madrid, en IFEMA, el hospital de campaña que se ha levantado, y la buenísima planificación y gestión del médico Jefe, Dr. Zapatero, así como la actuación mucho más que ejemplar, casi heroica, del personal sanitario en general.

A la hora de escribir esto, una amiga médico jubilada de uno de los Hospitales de referencia de la CAM me dice que en algunos hospitales de Madrid, que no cito por prudencia, se estaba utilizando está molécula, pero que se está agotando en el mercado. Y ante pregunta de un periodista al Ministro de Sanidad sobre la eficacia de la cloroquina, éste dijo que ya se enteraría de qué era eso, que no lo sabía. Es lógico. Es filósofo de formación.