El crucigrama del político iliberal (y II)

Llegado el fin del verano hemos vuelto a comprobar el absoluto fracaso de la política española. En primer lugar, por su incapacidad para gestionar de una manera mínimamente eficaz la vigente pandemia. No nos debe extrañar. La política clientelar construida a machamartillo durante las últimas décadas no podía ofrecer otro resultado. Cuando las cosas van bien se nota menos, aunque sigue produciendo silenciosamente su función de zapa y de erosión institucional. Pero cuando surge una crisis, máxime si es tan potente como la que estamos viviendo, entonces la carcoma queda al descubierto: políticos y técnicos manifiestamente incompetentes ocupando puestos de máxima responsabilidad, incapacidad para gestionar lo más urgente y elemental, constante delegación de responsabilidad, dificultad para crear y coordinar equipos, ausencia de liderazgo, de control institucional efectivo, de rendición de cuentas o de una simple auditoría; falta de transparencia para obtener la mínima información sobre lo que está ocurriendo, de crítica constructiva o de alternativas argumentadas; sensacionalismo y abuso de la mentira, etc.

Este es el resultado de muchos años de desmantelamiento institucional en exclusivo beneficio de nuestra élite partitocrática, y no precisamente de los intereses generales de la nación. Por destacar solo una institución determinante en esta crisis: no solo no se ha adaptado el viejo aparato administrativo a las nuevas necesidades económicas y tecnológicas, resistiéndose a cualquier reforma que pudiera suponer cierto riesgo político, sino que el viejo sistema ha sido simultáneamente capturado, erosionado y luego replicado con todos sus defectos por las CCAA. Para afrontar los nuevos retos tenemos unas Administraciones del siglo pasado que funcionan mucho peor que la del siglo pasado.

Esta es la gran lección de la pandemia. De la primera ola, de la segunda y de las que tengan que llegar: no nos podemos permitir la clase política que tenemos, en el gobierno y en la oposición, en Madrid y en todas las CCAA. España es un país lo suficientemente importante, con una sociedad civil lo bastante robusta y preparada, para ser capaz de producir otro resultado. Ahora bien, no exoneramos de culpa a esa sociedad civil, ni mucho menos. Ha elegido a esos políticos y les ha consentido de todo, muchas veces por su interés clientelar particular, cuando no por sus prejuicios ideológicos o “culturales”. No ha apoyado la más mínima iniciativa para ayudar a revertir el actual estado de cosas, como si ir a votar cada cuatro años fuese suficiente, lo que ha contribuido enormemente al gigantesco empobrecimiento del debate político que soportamos. Ni la Fundación Hay Derecho ni otras fundaciones parecidas dedicadas a la regeneración institucional y a la lucha por la transparencia han encontrado el soporte y apoyo financiero que merecían. Nos metemos mucho con los políticos, sí, pero no movemos un dedo ni soltamos un euro para exigirles cuentas ni presionarles en ninguna dirección, en las antípodas de lo que ocurre en otros países más educados. Nuestras grandes empresas aún menos, evidentemente (no se vaya a irritar el señorito). Y ahí tenemos el resultado: estamos perdiendo por inacción, egoísmo y dejadez, infinitamente más de lo que nos hubiera costado la prevención.

Pero la clase política española ha demostrado su ineptitud en otro grave aspecto que, de alguna manera, nos devuelve la esperanza casi perdida: ni siquiera han sido capaces de resolver el crucigrama iliberal que les proponíamos en el post anterior (aquí). No hemos recibido ni una sola respuesta correcta merecedora de la beca de formación que ofrecíamos. La mayoría piensa que las democracias mueren “despacito” en vez de “suavecito”, como es del todo punto evidente. Me temo que, desgraciadamente, muchas mueren rapidito. Así que hemos reconsiderado nuestra decisión de pasarnos al lado oscuro (hasta para ser malos uno necesita rodearse de gente competente) y retomamos de nuevo en este curso la defensa institucional y de nuestro Estado de Derecho, para la que, una vez más, imploramos su ayuda, querido lector.

Ah, y para cualquiera que pudiera estar interesado, reproducimos a continuación las respuestas correctas al crucigrama:

1.- Lo que un consejero de organismo regulador no puede hacer

Saber

2.- Impaciente, quiero a la prensa…

Dependiente

3.- Así, así, pasito a pasito… como mueren las democracias

Suavecito

4.- Empleado ideal

Fiscal

5.- Último recurso a ponderar

Indultar

6 (Horizontal)- El político en la sombra más apreciado

Togado

6 (Vertical)- Única amenaza a la conciencia

Transparencia

7.- A eludir

Dimitir

8.- President´s favorite play

Decretoley

9.- Del candidato a presidir una empresa pública única bondad

Lealtad

10.- Sencilla y rentable salida

Mentira

11.- Que al salir no te cuenten historias y comprueba que sean…

Giratorias

12.- Del Presidente bis

CIS

13.- ¿Cómo se quiere al juzgado?

Colapsado

14.- La decisión ideal

Discrecional

15.- Peor enemigo del político gobernante

Denunciante

16.- La lista más ilustrada

Cerrada

17.- ¿Cómo está el político mejor acomodado?

Aforado

18.- ¿Cómo se quiere al periodista?

Cobista

19.- Mientras sea amigo, puede ser el Rector

Plagiador