Fiesta en el Casino

Desde que todo esto empezó tengo la sensación, supongo que al igual que ustedes, de ser un personaje más de una obra de ficción, todavía no sé si de un drama distópico o de una comedia negra. Como si fuera Jim Carrey en el Show de Truman, no dejo de mirar a mi alrededor por ver si detecto alguna cámara oculta, un decorado mal colocado o a algún figurante fuera de su puesto. Bueno, de estos he visto muchos, pero no termino de estar convencido. Ayúdenme a identificarlos, por favor, si pueden.

El último personaje del que sospecho es ese que en el show actúa como ministro de Sanidad de España. Concretamente, me ha dado que pensar esa escena en la que aparece pidiendo disculpas en el Congreso de los Diputados por haber asistido a una fiesta de 150 personas organizada por un periódico digital en el Casino de Madrid, mientras simultáneamente decretaba un estado de alarma de seis meses de duración, con toque de queda incluido, para reducir los contactos sociales al mínimo. Pueden ver la escena aquí:

 

https://www.youtube.com/watch?v=WnDjA_ZE7Ek

 

No hago más que darle para delante y para detrás buscando la pista que me permita desenmascararle, y al final creo haber dado con ella: en realidad, el personaje se está cachondeando de nosotros.

Me explico. Pienso que si fuera un ministro real que hubiera querido disculparse, lo habría hecho de manera sencilla y clara. Algo así: Pido disculpas a los ciudadanos por esta falta de consideración… He cometido un error… No volverá a suceder… He actuado de forma irresponsable…. Pongo mi cargo a disposición… Sin desconocer, claro, que un personaje verdaderamente real de la política española ni se habría planteado sacar el tema. Pero no, en este caso, el carácter ficticio y cómico del asunto se demuestra desde el momento en que, bajo la apariencia de una disculpa, nos está llamando estirados, intensos, motivados o simplemente lerdos o mojigatos. En realidad, creo que se trata de una genial parodia del discurso de Marco Antonio en el Julio César de Shakespeare. El esquema, ritmo y mensaje es casi idéntico. Comprobémoslo.

 

Marco Antonio:

[César] trajo a Roma muchos prisioneros de guerra, cuyos rescates llenaron el tesoro público. ¿Puede verse en esto la ambición de César? Cuando el pobre lloró, César lo consoló. La ambición suele estar hecha de una aleación más dura. [Traducción: César es un tío de puta madre, generoso y sensible que se sacrifica por los demás]

Pero Bruto dice que era ambicioso y Bruto es un hombre de honor. [Traducción: Bruto es un cabrón resentido y envidioso que se las da de héroe y no es más que un saco de m]

 

Ministro:

Estuve como muchos otros, en representación institucional, el tiempo estrictamente necesario, para arropar a uno de los premiados por la pandemia, las Fuerzas Armadas, que tan buen trabajo han hecho. [Traducción: El ministro es un tío de puta madre, generoso y sensible que se sacrifica por los demás]

Pero muchos ciudadanos no lo han entendido y quiero decirles que tienen razón. [Traducción: Esos ciudadanos que me critican son unos resentidos y envidiosos, como bien dijo el anfitrión de la gala, que se las dan de héroes y no son más que un saco de m]

 

Marco Antonio:

Todos visteis que, en las Lupercales, le ofrecí tres veces una corona real, y tres veces la rechazó. ¿Eso era ambición? [Traducción: César es un tío legal como pocos que rechaza agasajos y prebendas]

Pero Bruto dice que era ambicioso y es indudable que Bruto es un hombre de honor. [Traducción: Bruto es un tontolaba que no se entera, o peor, un resentido de m que no ve lo que no quiere ver]

 

El ministro:

 Tras la entrega del galardón me fui, no me quedé a cenar. [Traducción: El ministro es un tío legal como pocos que rechaza agasajos y prebendas]

 Es verdad que se cumplían con las reglas y con las distancias, pero los ciudadanos tienen razón. [Traducción: Los ciudadanos son lerdos que no enteran de las normas publicadas en el BOE, o peor aún, resentidos de m que no leen lo que no quieren leer]

 

La simetría se cierra de manera genial cuando, al final del discurso, los diputados aplauden enfervorizadamente al ministro, con el mismo entusiasmo que el pueblo de Roma aplaudió a Marco Antonio; estos, por haber sido beneficiados en el testamento de César, aquellos, por haber acompañado al ministro a la fiesta en el Casino.

Créanme: esto no se le ocurre a un simple grado en Filosofía, no. Aquí hay mucho trabajo detrás, de guionistas y comediógrafos de primer nivel. De hecho, el que el personaje sea licenciado en Filosofía añade aún más gracia a la cosa. Durante estos meses, sin necesidad de estado de alarma, muchos ciudadanos han cancelado bodas o las han celebrado casi en privado, han suspendido o aplazado congresos profesionales, celebraciones familiares, actos sociales académicos, representaciones teatrales o musicales, simposios y todo tipo de reuniones sociales. Cuando han sido invitados a las pocas que se han celebrado, muchos han declinado asistir con harto dolor de su corazón, esperando no molestar a los convocantes. Y lo han hecho por responsabilidad. No porque una norma concreta se lo exigiese, sino por responsabilidad con su familia, con sus amigos, con su círculo profesional y en definitiva, con su país. El chiste del comediógrafo, claro, es que a un ministro filósofo esto no se le hubiera escapado.

Pero los ciudadanos tienen razón, sin duda alguna. Lo dice un hombre honorable.