“Los reyes magos son los padres”: reflexiones sobre lo que ofrece Podemos
Los periódicos se han llenado de análisis y referencias al nuevo partido, Podemos, capaz hoy de cuestionar la victoria en las elecciones autonómicas del 2015, e incluso amenazar la victoria en las elecciones generales. El análisis de este éxito se ha repetido muchas veces: un diagnóstico acertado de lo que ha llevado a España a la actual situación, y un hartazgo de los ciudadanos al asistir cada día a un nuevo caso de corrupción que afecta a los partidos que han protagonizado la vida política en España desde la Transición.
Podemos no solo ha sido capaz de transmitir un mensaje de regeneración convincente, ha sido también capaz de transmitir una imagen diferente. No puede sorprender la demanda de la sociedad española de una propuesta regeneracionista, pero sí sorprende la aceptación de la propuesta económica de este nuevo partido. En un análisis trivial podríamos considerar que algunas de sus propuestas económicas son atrevidas, y otras simplemente disparatadas. Los datos muestran que un 40% de su intención de voto son personas que consideran sus propuestas económicas irrealizables, pero prefieren apostar por un modelo diferente, o por un voto de castigo a las propuestas tradicionales. Aún bajo estas premisas, la aceptación y la ilusión que estas medidas generan en un porcentaje importante de la sociedad merecen un análisis diferente, ¿por qué es tan atractivo el mensaje de Podemos?
La caída del muro de Berlín parecía ofrecer una clara oportunidad para sacar conclusiones definitivas sobre los dos modelos económicos que se habían impuesto tras la segunda guerra mundial: el modelo capitalista y el modelo socialista. Un país como Alemania había quedado dividido en dos, y cada mitad había aplicado un modelo. Tras 28 años, podían compararse los resultados. El fracaso del modelo socialista fue bastante evidente. Si la caída del muro de Berlín parecía vaticinar el final de la utopía socialista, el desarrollo del Estado del Bienestar en Europa, y en especial el éxito del modelo en los países nórdicos ha mantenido viva la esperanza de un modelo que permita generar riqueza, y al tiempo ofrecer una seguridad a todos los ciudadanos basada en la socialización y en la solidaridad. Hoy, 25 años después de la caída del muro, muchas de las propuestas de la utopía socialista que representa Podemos siguen manteniendo su atractivo y su vigencia … a pesar de sus reiterados fracasos.
La entrevista de Jordi Évole a Pablo Iglesias en el programa Salvados (ver aquí), sin duda tuvo algunos momentos realmente interesantes. Uno de los que más me llamó la atención es el momento en que Jordi le pregunta sobre cómo se nacionaliza una empresa. La respuesta de Pablo Iglesias es inapelable: “Con un decreto”. Es tan atractivo pensar que las dificultades de la vida se superan con una ley. Es tan atractivo pensar que la solución a todos nuestros problemas económicos es una “ley de emprendimiento”, o una “ley de la felicidad”. Otra de las propuestas estrella del programa de Podemos es la creación de nuevas plazas de funcionarios. Nada hay más sencillo que luchar contra el paro creando puestos de funcionarios. Que el salario de esos funcionarios deba salir de unos impuestos que alguien debe pagar, nos despierta del sueño de la sencillez de la propuesta, pero no siempre queremos despertar. Es tan sencillo pensar que basta la intervención del Estado para solucionar todos nuestros problemas. Para responder a la difícil pregunta del origen del dinero que debe pagar el sueldo de los nuevos funcionarios, la renta básica universal, o las nuevas pensiones, siempre nos gusta pensar que la lucha contra el fraude fiscal o los impuestos a los ricos serán la solución. En otro momento de la entrevista de Jordi Evole, plantea a Pablo Iglesias la “dificultad” de cuadrar esas cuentas basadas en el fraude fiscal, incluso en supuestos muy generosos. En la respuesta Pablo Iglesias no se desanima. El descuadre no es un inconveniente, solo es preciso tener fe en la solución propuesta.
Quizás la explicación que mejor define el éxito del modelo socialista de partidos como Podemos es el miedo al futuro. Todos sentimos vértigo al futuro. Todos necesitamos pensar que si todo va mal, que si la vida se pone difícil, el Estado siempre estará ahí para ayudarnos y sacarnos adelante. Incluso el lenguaje muestra como las personas percibimos el futuro. Hablamos de “por-venir”, para referirnos a ese futuro que siempre nos atemoriza. Preferimos pensar en un futuro que vendrá, y nosotros solo tenemos que esperarlo, y reclamar nuestra cuota de felicidad. Si el Estado reparte la felicidad aplicando el principio del igualitarismo, a nosotros nos tocará nuestra parte, pase lo que pase. Ese es el gran atractivo de las propuestas de partidos como Podemos.
La realidad es que deberíamos hablar del futuro como un “por-hacer”. Un futuro que tenemos que construir cada uno de nosotros. Pero eso infunde más temor. “Hacer” exige esfuerzo y entraña riesgos. Como señalaba José Antonio Zarzalejos en un reciente artículo sobre las consecuencias del retroceso de la clase media en España (ver aquí) el miedo al futuro nos lleva a pedir seguridad a cambio de libertad, nos lleva a primar la socialización en vez del mérito y el emprendimiento; y la cerrazón en vez de la apertura.
La economía es una disciplina poco intuitiva. En gran medida es muy contra-intuitiva. Los economistas nunca han tenido demasiado éxito intentado explicar por qué un despido más barato ayuda a crear más empleo, o por qué unas prestaciones sociales demasiado generosas pueden dificultar el crecimiento económico, o por qué políticas proteccionistas para los productos locales no son las más apropiadas, o por qué los “impuestos a los ricos” no suelen ser la respuesta a la falta de ingresos fiscales. Los debates sobre los “mitos de la economía” o sobre los “sofismas de la economía” han sido una de las constantes de las últimas décadas. De las muchas y brillantes muestras, este artículo (ver aquí) es un buen aperitivo para los no iniciados. Quizás no todos compartan los sofismas planteados, pero ofrece una idea clara de cómo conceptos económicos que percibimos como intuitivos son considerados por muchos economistas no solo erróneos, sino nocivos. A veces es necesario recordar que la idea misma de la bondad de la “competencia” en los mercados no se abre camino hasta bien entrado el siglo XIX, y antes los monopolios siempre fueron considerados la mejor opción. El liberalismo en los mercados es una idea compleja y nada intuitiva.
El debate no es sencillo. Defender que es mejor educar a un niño en el egoísmo que en el igualitarismo y la solidaridad sería tachado de despropósito por la mayoría de nosotros. Y sin embargo, lo que muchos economistas nos intentan transmitir es que el mérito no premiado conduce a la desilusión y a la apatía, y por ello el igualitarismo conduce a la pobreza. Difícil tarea.
El debate sobre liberalismo o intervencionismo han llenado páginas y libros. Solo queda lamentarnos que adentrándonos en el siglo XXI seguimos sin verdades irrefutables y concluyentes. Lo que debe contar en el debe de los economistas. En el artículo reseñado anteriormente María Blanco recuerda la afirmación del economista Bastiat, economista del XIX y considerado uno de los mejores divulgadores del liberalismo de la historia, que afirmaba que los intervencionistas siempre parten con ventaja, porque defender la libertad es más difícil. La tentación de dejarnos llevar por el intervencionismo es casi irresistible, porque muestra un mundo mucho más sencillo. Esa es la promesa de partidos como Podemos que siempre han aparecido a lo largo de la historia en momentos de crisis y deslegitimación de la clase política. Un mundo sencillo en que el Estado nos resolverá todos nuestros problemas aplicando los sencillos e intuitivos principios del igualitarismo y la solidaridad.
Los modelos económicos pretenden transmitir incentivos correctos a la sociedad. Es de las verdades inapelables que muestra la economía. Las personas responden a los incentivos. Si estos son correctos, son las personas las que generarán riqueza y bienestar para toda la sociedad. Si son incorrectos es seguro el fracaso. Un gobierno que no promueva el mérito y el emprendimiento siempre ha terminado en fracaso. La utopía igualitaria promovida desde la demagogia siempre ha terminado en fracaso y pobreza.
El verdadero desafío es encontrar ese modelo económico que promueva un equilibrio entre el premio al riesgo, al mérito y al emprendimiento, y la cobertura social para todos aquellos que lo precisan, sin que ello desincentive la búsqueda de un futuro mejor. Lástima que los economistas sigan fracasando en sus intentos de ofrecer respuestas concluyentes y definitivas. Mientras, las crisis económicas siempre vendrán acompañadas de propuestas de soluciones sencillas e intuitivas, basadas en la utopía igualitaria. La historia se repite y el final nunca fue feliz.
Licenciado en Informática