Diario de Barcelona: el Concierto catalán
¿Por qué hay ahora un conflicto importante en Cataluña con la cuestión de la independencia y, en cambio, no lo hay en Euskadi? Pues que existe un conflicto en Cataluña –premisa mayor- creo que no lo pone nadie en duda. Un conflicto que “parece” no tener solución. Y escribo “parece” entre comillas porque creo que sí tiene una salida. Pero esa salida precisa de un gobierno y de unos partidos nacionales fuertes y unidos –por más voces discrepantes que eleven el tono de su voz- y por una Generalitat –Parlament y Govern- que esté dispuesta a transitar por puentes y no por lanzarse a las procelosas aguas de un río muy peligroso y no navegable. Hurguemos en la memoria y trasladémonos al año 2003 que es cuando se alza Maragall y el PSC con la presidencia de la Generalitat, aupado con el apoyo de Esquerra Republicana que entonces lideraba Josep Lluis Carod Rovira.
En ese momento, con los datos que el presidir un gobierno ofrece, Maragall y sus asesores llegan a la conclusión que el sistema de financiación catalán depende, esencialmente, de los vaivenes políticos de los dos grandes partidos nacionales, o sea PP y PSOE. Cuando estos partidos tienen mayoría absoluta y no necesitan a los partidos nacionalistas para gobernar les atornillan con el dinero. Eso lo hace el PP con Aznar y luego con Rajoy hasta la exasperación en 2000 y 2011. Mas cuando obtienen mayorías relativas, el PSOE en 1993, 2004 y 2008 o el PP en 1996, todo va razonablemente bien pues el gobierno del Estado hace concesiones que satisfacen a los nacionalistas catalanes. Y vascos, no lo olvidemos.
Maragall no encontró interlocutor en Aznar. Es cierto también que en 2003 organizaron lo del cordón sanitario para aislar al PP en Cataluña y, de paso, quitarle el gobierno en España, como así ocurrió. Pero hubo mucha cortedad de miras en ese gobierno presidido entonces por Aznar. Con Zapatero, abierta la brecha secesionista, se negoció el nuevo Estatuto que hubo que adaptar a las sucesivas sentencias del TC, resultado de varias demandas de inconstitucionalidad interpuestas, una de ellas por el PP. Artur Mas se hace con la presidencia de la Generalitat en 2010 y la suerte de Zapatero ya está echada. Al ganar Rajoy las elecciones en noviembre de 2011, hizo oídos sordos a lo que con un sistema de financiación adecuado habrían aceptado tantos y tantos catalanes que hasta entonces nunca se les había ocurrido pensar en la independencia, y muchos de ellos se lanzarn a la calle pidiendo “¡independencia!” Pero el problema de Cataluña es, esencialmente, económico. Para ser más precisos, de financiación. A algunos les parecerá mezquino, pero es así y así hay que resolverlo.
Cuando se discutió la Constitución y el Estatuto pudieron haber elegido los negociadores catalanes el sistema de financiación de “concierto” o parecido. Pero al parecer Pujol, entonces, no estuvo por esa labor. Ya le iba bien el sistema de reivindicación y agravio permanentes. Y sobre todo, cuando les necesitaban para gobernar España, pues se convertían en “la clau” (la llave), lo cual se demostró con creces en los gobiernos de mayorías relativas del PSOE y del PP. Nadie pone en duda, y menos que nadie las leyes constitucionales, que Cataluña es un territorio “histórico” con “derechos históricos” como establece la Constitución. En el Estatuto catalán de 2006, versión consolidada de acuerdo con los FJ 10 de la STC 31/2010, de 28 de junio; y el FJ 4 de la STC 137/2010, de 16 de diciembre, se refiere, nada menos que al autogobierno de Cataluña que “se fundamenta también en los derecho históricos del pueblo catalán, que el presente Estatuto incorpora y actualiza al amparo del artículo 2, la disposición transitoria segunda y otros preceptos de la Constitución, de los que deriva una posición singular de la Generalitat en relación con el derecho civil, la lengua, la cultura, la proyección de estas en el ámbito educativo, y el sistema institucional en que se organiza la Generalitat”. En redacción más simplificada ya se decía, más o menos lo mismo, en el Estatuto de Sau de 1979.
¿Y con esto se arreglaría el “problema catalán”? Pues me inclino a pensar que si no del todo, bastante, bastante, sí. Siempre habrá irredentos, sentimentalistas o esta versión anarquista siglo XXI que es la CUP. Por motivos diversos, todos respetables, preferirían tener un territorio independiente aunque fuese inviable económicamente y arruinase a sus ciudadanos, que pertenecer a un Estado mediano pero culturalmente poderoso, como es España. Ahora bien, una vez conseguida una financiación aceptable, vendría después el momento de la gran verdad: con una administración gestionada como la que hubo en Cataluña –salvo honrosas excepciones- en estos casi cuarenta años, elefantiásica y despilfarradora, sería imposible salir adelante. En esto, quizás, podríamos aprender, otra vez, de los vascos. Su territorio y habitantes son mucho mas pequeños, es cierto; pero nadie pone en duda la eficacia de su gobierno. Si un día Cataluña tiene un concierto, cupo incluido, con el Estado, para que suene bien ese concierto, habrá que afinar muchísimo los instrumentos. Por ahí va la solución. No por un referéndum que todos sabemos va a ser inviable y que chirría por todas partes pues pretende interpretarse sin instrumentos.
Abogado en ejercicio del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid. Asesor del Ministro de Justicia (Landelino Lavilla) entre 1977 y 1979 . Colaboró en la redacción de la primera Ley Orgánica de la Democracia: Ley General Penitenciaria; e informó sobre varios artículos de la Constitución durante la etapa constituyente.
Fue Diputado en el Congreso de los Diputados durante la VI Legislatura, siendo Portavoz del Partido Popular en la Comisión Constitucional (1996-2000). Comisionado por las Cortes Generales participó en la redacción de la Carta de los Derechos Fundamentales de los ciudadanos de la Unión, que luego se integró como Parte II del Tratado de Constitución para Europa y que ahora es parte del Tratado de Lisboa.
Ha llevado causas muy importantes y ha obtenido algunas sentencias que han creado jurisprudencia, como la que otorgó el amparo a Violeta Friedman, ante quienes negaban la existencia del Holocausto. Es abogado de importante empresas internacionales.
Premio de la Fundación “Doron” de periodismo 1991 por su artículo “Israel y los derechos humanos”.