“El dilema” de Jose Luis Rodriguez Zapatero, crítica en Revista de Libros de nuestra coeditora Elisa de la Nuez

Tengo que confesar que he cerrado “El dilema” en un estado de perplejidad considerable. José Luis Rodriguez Zapatero, bien es cierto, no presenta su libro como un libro de memorias, sino, y lo cito textualmente,  como un “libro con memoria”. Quizá por ello, no sigue una línea cronológica clara, y las cifras y datos económicos sobre España, la Unión Europa y otros países del mundo (cuadros incluidos), así como citas extensas de economistas, periodistas y políticos,  tiende a romper la continuidad del texto. Ello es especialmente así en el epílogo.
El conjunto resulta por tanto farragoso y escasamente divulgativo, por lo que no alcanza el objetivo anunciado en la introducción: dar una explicación a los ciudadanos sobre los acontecimientos ocurridos en España desde el comienzo de la crisis hasta la pérdida de las elecciones por los socialistas. La opacidad del texto resulta aún más llamativa si se tiene en cuenta que el lenguaje utilizado es muy sencillo, y está plagado del tipo de expresiones pedestres (“saltar a la cancha del hemiciclo”,  “ahí es donde te la juegas”,” el gran drama del paro”)  en que tanto abunda nuestra clase política. En definitiva, todo se mezcla: tecnicismos y obviedades, cuadros macroeconómicos y afirmaciones que parecen extraídas de los llamados “argumentarios”, reflexiones subjetivas (con la inserción de frases tales como “suprimir el cheque bebé era una cicatriz que quedaría grabada en los pliegues, que cada vez se agrietaban más, de mi piel política”)  y citas de Premios Nobel. Este totum revolutum no favorece, ciertamente, el flujo narrativo.
Muchos economistas, a pesar de su formación técnica, han escrito sobre lo mismo de forma más clara, entretenida e iluminadora, en España y fuera de España. ¿Cómo explicarse entonces que resulte tan aburrida una obra redactada por la misma persona que asistió a las múltiples y agónicas reuniones en que estuvo a punto de declararse el “default” de nuestro país, o que contiene noticias importantes, como la publicación de  la famosa carta del BCE, sobre cuya existencia se alimentaban dudas? La pregunta no resulta fácil de contestar, aunque voy a intentarlo en estas líneas.
A mi juicio, el principal problema reside en el enfoque del libro. Como sabemos bien los que, siendo especialistas en alguna materia, escribimos más o menos habitualmente artículos de divulgación, lo fundamental es “encontrar el tono” y construir un relato. Ambas cosas resultan mucho más sencillas si uno tiene claro lo que quiere trasmitir y a quién se lo quiere trasmitir. Sin olvidar que la honestidad intelectual también ayuda, por muchos errores que se puedan cometer en los juicios y en las apreciaciones.
Pues bien, temo que una razón importante para que fallen tanto el tono como la construcción del relato, es que el autor, en vez de ofrecer a los ciudadanos, “por obligación democrática” –son sus palabras-, una explicación sobre la crisis, se dedica, más que nada, a justificar sus decisiones de partido, a sus compañeros de Gobierno y a sus colaboradores en general, a los que cita siempre en términos muy elogiosos y como grandes profesionales. O como diríamos coloquialmente: lo que quiere, es quedar bien. O, por lo menos, no demasiado mal.
Efectivamente, una de las características del libro es la cantidad de reconocimientos y agradecimientos que contiene a diestro y siniestro. NI una palabra amarga, ni un reproche. Todos los personajes que transitan por la obra, desde la ex Ministra de Economía Elena Salgado –considerada por el Financial Times en su momento como una de las peores ministras de la eurozona- hasta los incombustibles representantes sindicales Toxo y Cándido –a los que se describe literalmente así- son un prodigio de buen hacer y de responsabilidad. También justifica Zapatero, cuando no exalta, a los líderes europeos, pese a que exteriorice algunas dudas sobre su capacidad de gestión de la crisis del euro –más que razonablemente, a la vista de los hechos que él mismo narra-. Es incluso más alto su nivel de autocrítica, especialmente en el epílogo.
¿Cómo es posible que siendo tan excelentes los líderes europeos, los gobernantes, ministros, parlamentarios, representantes de la oposición, agentes sociales, instituciones, trabajadores, etc,  hayamos llegado a la dramática situación que el libro describe? Aquí nos encontramos con un dato fundamental: lo más revelador no es tanto lo que el libro cuenta, sino lo que obvia. Si el autor lo contara todo, aparecería bajo una luz más dudosa. Pero no cabe excluir una hipótesis peor: que el ex presidente no haya entendido a estas alturas que el cierre la financiación exterior, detonante de las calamidades subsiguientes,  fue una crisis de credibilidad o confianza. Dicho de otra forma, nuestros acreedores dejaron de pensar que les íbamos a poder devolver el dinero. Pero ¿por qué pensaron eso así, de repente?
En este libro sobre la crisis no hay ni una mención (o solo muy de pasada) a las causas profundas e internas de esta falta de credibilidad, causas  que, como nos han demostrado de forma muy solvente y  amena especialistas como Daniel Lacalle o economistas de primera fila como Luis Garicano o Jesús Fernandez-Villaverde, están estrechamente ligadas a los problemas estructurales de nuestra economía. Problemas inseparables del deterioro de nuestras instituciones y de la mediocridad de nuestra clase política, la cual no supo reconocer el problema en un primer momento para enfrentarse a él de verdad, cambiando el modelo productivo en una segunda instancia. Y en esas estamos todavía, dado que, aunque haya cambiado el partido en el Gobierno, la clase política sigue siendo la misma.
En “El dilema” se habla muy poco del disfuncional mercado laboral español, con una diferencia entre los trabajadores con contrato indefinido y con contrato temporal sin parangón en el mundo entero, así como se soslaya el estancamiento de nuestra educación, reflejada una y otra vez en los sucesivos informes PISA, el aumento tremendo del abandono escolar que provocó el dinero fácil durante la época de la burbuja inmobiliaria, o la ocupación partitocrática de todas y cada una de las instituciones y muy señaladamente las de control y supervisión, las cuales, por lo menos en los casos más evidentes, deberían haber dado alguna voz de alarma. Por el descontrol reinante en las Cajas de Ahorro, ocupadas por los partidos políticos, se pasa por encima, diciendo simplemente que “hubo algunas que habían desarrollado una gestión muy negativa” y que es una suerte que se estén exigiendo responsabilidades, por vía judicial en algunos casos. Ello demuestra que “el Estado de Derecho” funciona. Lástima que la exigencia de estas responsabilidades haya procedido en la práctica totalidad de los casos de personas físicas y jurídicas ajenas a las instituciones y a los viejos partidos.
Tampoco se menciona la corrupción local en el ámbito urbanístico,  luego extendida a prácticamente todas las Administraciones, el capitalismo del palco del Bernabéu o capitalismo castizo, el colapso y la politización de la Administración de Justicia, la falta de unidad de mercado, etc, etc. Es verdad que se habla en el epílogo de la burbuja inmobiliaria, del modelo productivo, del paro y de los problemas del sistema financiero. Ello no obsta, sin embargo, para que tengamos que leer cosas como la siguiente: lo que sucede no es que España haya vivido durante los años de la burbuja por encima de sus posibilidades, sino que  antes lo había hecho por debajo.
En fin, no solo no se menciona la falta de independencia de los organismos como el Banco de España, mudos ante los desequilibrios de la economía española o el desastre de las Cajas de Ahorro, sino que, increíblemente, se invocan los informes de esos mismos organismos para justificar que se creyera que los ajustes en el mercado inmobiliario se iban a hacer “de forma paulatina u ordenada”  o que el sistema financiero español era de los más sólidos del mundo.
Claro está que esto no puede extrañar si se tiene en cuenta que Rodriguez Zapatero se empeñó en negar la existencia de la crisis hasta que ésta le estalló a su Gobierno –y al país- en las manos. Lo más interesante es que, si bien menciona el hecho en la parte final del libro (bajo el epígrafe “Mi tardía utilización de la palabra crisis”), lo reduce a un error de nomenclatura, insistiendo en que, a la vista de los datos de que disponía y de las previsiones de los organismos internacionales, realmente no había ninguna “crisis”.  En el mundo virtual en que viven nuestros políticos, es difícil que nadie asuma una responsabilidad real. ¿Quién no se ha confundido alguna vez de términos?
El capítulo final contiene también otro apartado referido a “la crisis en España. Mi análisis y mi responsabilidad”. Pero el análisis es bastante superficial, pese a la profusión de datos y de tablas, y el reconocimiento de la responsabilidad, igualmente epidérmico. Para justificar que no se pinchara la burbuja inmobiliaria, se aportan cifras económicas orientadas a demostrar que el cambio de modelo productivo no era tan urgente. También se afirma que se invertía mucho en I+D+i o en infraestructuras. Lo último, siendo cierto en términos cuantitativos, elude el análisis (y la responsabilidad) de cómo se gastó el dinero público con ligereza imperdonable, quedando nuestra geografía adornada de aeropuertos fantasmas, palacios de congresos que se caen a pedazos o autopistas por las que no circula nadie y que hay que rescatar con el dinero de los contribuyentes porque sus concesionarias son empresas muy bien relacionadas con la clase política.
Preocupa que a estas alturas siga insistiendo el autor en calificar como logros de su Gobierno políticas sociales que fueron posibles gracias a los ingresos extraordinarios de la burbuja inmobiliaria -añade que las medidas de recorte de mayo del 2010  supusieron en buena medida “la gran paradoja” de “borrar los avances de 2004 a 2009”-; o que se pregunte “qué quedará en la retina de los ciudadanos”, si los grandes logros sociales o su súbita desaparición (junto con la de millones de empleos, podemos añadir). La contestación es fácil de adivinar. En fin, no resulta sencillo evitar la impresión de que solo los mercados impidieron que se siguieran haciendo las mismas políticas. ¿Hemos de extrañarnos? No, habida cuenta de que el Gobierno actual, realizadas más o menos las reformas exigidas por la troika, y garantizada así la financiación necesaria, repetirá modelo.
Dicho eso, también hay que reconocer que a veces la realidad y hasta el sentido común se filtran en el texto, poniendo de manifiesto que algo se ha aprendido, aunque sean cosas básicas. Por ejemplo, que en una crisis de deuda soberana, son los países con más deuda corriente y por tanto con un alto endeudamiento, los que más sufren. Algo es algo.
Bastante más interés tiene la parte del libro dedicado a la exposición de los problemas de gestión de la Unión Europea con ocasión de la crisis de Grecia primero y del euro después, especialmente porque ponen de manifiesto la falta de instrumentos financieros e institucionales adecuados para abordar tales desafíos de forma conjunta y ordenada y hacer frente a los temibles “mercados”. Los que creemos en el proyecto de Europa, nos enfrentamos a un retrato demoledor –pese a las buenas palabras- del caos que se vivió en la eurozona y de los sucesivos intentos de solucionar la crisis en un sinfín de reuniones eternas e inútiles hasta llegar a la decisiva intervención del BCE como prestamista de último recurso y, en el caso de España, la imposición de las condiciones contenidas en la famosa carta.
Resulta también muy aleccionador cómo se cuenta la historia de las subidas y bajadas en pocos días de la prima de riesgo española (y de otros países del Sur de Europa).  Los famosos “animal spirits” quedan bien reflejados, desde el pánico que produjo entre los inversores internacionales la posibilidad de la quiebra de Grecia,  la ruptura del euro  o el contagio a otros países periféricos, hasta los balsámicos efectos de unas pocas palabras del Presidente del BCE. No obstante, este es el mundo global en el que vivimos y esas son sus reglas, por absurdas o volátiles que le puedan parecer a un gobernante como Rodríguez Zapatero. Éste afirma que “se juega a veces el futuro de un país con un rumor o una frase afortunada o desafortunada del presidente del BCE”, pero no repara en que no a todos los países les pasa lo mismo.  Lógicamente “los mercados” tienen muy en cuenta, además de las noticias del FT o del WSJ, lo que los inversores llaman “fundamentales”. El poder de ajustar, pongamos por caso, los gastos a los ingresos.
Dicho de otra forma, si estos “fundamentales“ no están claros o están más bien oscuros, es probable que los inversores presten mucha más atención a declaraciones, noticias y simples rumores.  De ahí la importancia de ser más que de parecer, otra lección que nuestra clase política está tardando mucho en aprender, quizá porque ellos mismos viven en una burbuja política de su propia cosecha.
Porque si otra cosa, bien que involuntariamente, pone de manifiesto este libro, es que el Presidente del Gobierno de España –podría decirse lo mismo del actual- ha vivido encapsulado en una burbuja donde los ecos de la realidad llegaban solo de forma muy amortiguada,  gracias a los aduladores de turno y, lo que es mucho peor, gracias a su propio equipo. De ahí que, al irrumpir de forma desconsiderada, la realidad sea percibida como un terremoto de enorme intensidad –es el símil que Rodríguez Zapatero utiliza-,  es decir, como una catástrofe natural e impredecible. Nadie le había avisado, observa el ex presidente. Es de temer que esto sea verdad.
Quiero hacer por último una reflexión sobre el título mismo del libro, título que llama a error aunque sea un recurso literario. No hubo nunca ningún dilema, en la medida en que Jose Luis Rodriguez Zapatero no podía hacer algo muy distinto de  lo que lo hizo al cerrarse para España la financiación internacional. Se explican así, tanto los recortes anunciados el 12 de mayo de 2010, como la reforma constitucional “express” del art. 135 de la Constitución, efectuada con el fin de tranquilizar a los socios europeos mediante un compromiso de estabilidad presupuestaria   No hubo nunca, a pesar de lo que el autor afirma, un dilema entre “convicciones y responsabilidad”, dos rasgos que brillan por su ausencia en nuestra clase política.
 
 

Flash Derecho: Presentación del libro “¿Hacienda somos todos?” de nuestro colaborador Francisco de la Torre


 
El jueves 6 de marzo a las siete y media de la tarde nuestro colaborador Francisco de la Torre presenta su libro ¿Hacienda somos todos? Impuestos y fraude en España. Será en el Espacio Bertelsmann en la calle O´Donnel n. 10 de Madrid y todos los colaboradores y lectores del blog están invitados. .Invitación HACIENDA SOMOS TODOS (Madrid) (2)

Flash Derecho: entrevista al editor Ignacio Gomá sobre blogs jurídicos

Hace pocas semanas la periodista Pilar Vilella hizo para su blog “Diálogos de Actualidad”  una entrevista a nuestro coeditor Ignacio Gomá sobre el mundo de los blogs jurídicos y en particular sobre  ¿Hay Derecho que reproducimos a continuación. El original puede consultarse aquí:
IGNACIO GOMÁ: “HAY QUE ADAPTARSE A LA REDES SOCIALES, O SI NO, TE QUEDAS ATRASADO”
Ignacio Gomá es notario en Madrid. Pero además, es editor del Blog “¿Hay Derecho?” (www.hayderecho.com), un portal con cabida para todos aquellos “que tengan algo interesante que decir”. Es su herramienta particular, junto la de un grupo de editores relacionados también con el mundo jurídico, para intentar luchar contra un panorama político dominado por la partitocracia y la corrupción.
Ignacio es un apasionado de las redes, y es totalmente consciente del poder que éstas tienen para cambiar la sociedad. Y no solamente eso, sino más concretamente el mundo del Derecho, que todavía parece mostrarse reticente a los avances tecnológicos que estamos viviendo.
¿Cuándo se dio cuenta de la importancia de las redes sociales tienen para el mundo jurídico?
Hicimos  el blog sin pensar en eso, conscientes de que el mundo del derecho es un mundo serio, solemne, pero las redes sociales y la informática en general suponen un cambio tan grande como fue la invención de la imprenta. Se han acelerado los tiempos, todo es más inmediato, la gente no quiere recibir la información dentro de tres meses.
¿Cómo surgió “¿Hay Derecho?”?
Hace tres años pensamos que era interesante utilizar el blog para comunicar una idea que todos teníamos; que el Estado de Derecho está en franco declive, por la partitocracia, la corrupción o hacer leyes ad hoc para determinados sectores. Todo está relacionado. Queríamos protestar contra este deterioro institucional.
¿Se podría decir que siguen una línea editorial de tintes revolucionarios?
Sí, somos una especie de indignados, pero ¿romper unos contenedores, sirve para algo? Tenemos un sistema que permite la participación política, y creemos que hay que cambiar el sistema pero participando. Si la gente quisiera, esto se cambiaba en dos patadas, pero los grandes partidos siguen ganando porque la gente no acaba de concienciarse.
¿Qué condiciones hay que cumplir para poder escribir en “¿Hay Derecho?”?
No hay una regla; la regla es la de la calidad. Hemos tenido políticos, científicos, pero también estudiantes. Se habla del derecho en relación con la política, pero es que el derecho está en todo. A pesar de ello, no es necesario ser jurista para tener cabida en el blog.
¿Está viendo repercusión notable de la iniciativa “¿Hay Derecho?”?
Si, nos nombran en medios, nos piden opinión para temas jurídicos. El otro día en El Mundo nos mencionaron como los únicos que siguen “pisando callo”.
En un mundo un tanto tradicional como es la abogacía, el derecho en general, ¿qué acogida tienen estas  iniciativas?
El blog va fenomenal, tenemos muchísimas visitas. Ahora toda la gente joven no le cuesta nada usar estas cosas, pero es verdad que la gente más mayor tiene que adaptarse, y si no lo hacen, pierden cosas y se quedan un poco atrasados. Hoy lenguaje es otro, y las cosas funcionan de otra manera.
Los libros van a seguir existiendo, al igual que el cine no ha acabado con la televisión. Pero las cosas tienen otra dimensión, la información fluye de otra manera.
Es decir, medios tradicionales y redes sociales, ¿pueden convivir sin que ninguna llegue a desaparecer?
Si, son totalmente compatibles. Ahora han salido libros en los que dicen que Internet te hace tonto, yo creo que no es así. No se perdió la memoria cuando se pasó de la tradición oral a la escrita. Lo que no puedes es sustituir todo por Twitter, o sólo ver la tele…
¿Se queda con Twitter como herramienta de comunicación más potente?
Si, todo el mundo está metido en Twitter esperando recibir noticias. Aparte de influir inmediatamente en todo el mundo, tú seleccionas la información que quieres recibir.
¿Se podría decir que tiene alma de periodista?
Bueno, somos una cosa a medio camino. Pero simplemente soy una persona concienciada con la sociedad y quiere transmitir su mensaje, y lo hace a través de estos medios que pueden ser muy influyentes. Los blogs han creado su propio espacio, sin ser periodismo.  Las nuevas tecnologías han democratizado la información; puede haber más basura, pero tienes a tu disposición muchas más opciones.
¿Está cambiado el concepto de comunicación jurídica?
Si, está cambiando, pero poquito a poquito. Yo ya tenía un blog antes, pero por pura curiosidad. Pero hay otra gente que no es tan amiga de los cambios. Pero hay blogs de abogados muy interesantes. Son los menos, pero sí que se ve que la comunicación jurídica va creciendo.
¿Cuál es la clave para que un blog funcione?
No lo sé, creo que en nuestro caso tiene cierto éxito porque hay información de calidad, porque ha cubierto un espacio que nadie cubría. Y además, la gente puede participar, en el blog hay una cantidad de comentarios increíble, sesudos y de gran nivel.
 

Una inmersión en la realidad bolivariana (I)

El pasado 12 de febrero de 2014, en Caracas se ha dado un paso más en el descenso a los infiernos de ese país tan rico como hermoso. Las protestas de universitarios y ciudadanos reclamando mayor seguridad y un cambio en la dirección en la que el actual gobierno está llevando los designios del país terminaron, con la complicidad o participación de las propias fuerzas de seguridad, en tumultos sangrientos con, al menos tres muertos y más de 60 heridos. Gracias a las redes sociales pueden verse las grabaciones de cómo uno de los manifestantes era asesinado por la espalda por varios sujetos uniformados que, en otra de las grabaciones, resultan perfectamente reconocibles. Sin embargo, con hipócrita descaro las autoridades descalifican estas imágenes y promulgan una orden de detención contra el diputado de la oposición Leopoldo López como presunto autor intelectual de esas muertes sin indicios alguno. Hoy, día de 18 de febrero, López ha anunciado que se presentará ante el Ministerio del Interior para presentar una serie de reclamaciones, entre ellas que se deje de torturar y libere a los ciudadanos detenidos simplemente por manifestarse y protestar. Este mismo día también en Madrid, están convocados en la plaza de Colón a las 18.00 todos aquellos que simpaticen con esta causa.
En perfecta coherencia con esas medidas represivas, el gobierno venezolano ha ordenado la suspensión de las emisiones en Venezuela del único canal de televisión que todavía estaba informando sobre las manifestaciones, dificulta los accesos de los ciudadanos al centro de Caracas suspendiendo sin motivo real el servicio de transporte público en determinadas áreas de la ciudad, pone trabas al tráfico en internet y coarta la labor de los periodistas de los dos únicos periódicos que aún no son oficialistas –El Universal y el Nacional-; al mismo tiempo que sus medios de comunicación social bombardean de manera continua –incluso en los espacios de mero entretenimiento- con consignas y amenazas destinadas a amedrentar a la población para evitar que salga a la calle.
En uno de sus últimos comunicados, un presidente Maduro claramente superado por las circunstancias advertía con una represión aún más sangrienta si la ciudadanía seguía con sus protestas. Sin embargo, en un país acostumbrado a sufrir en un día más muertos por homicidios que los que se producen en Madrid en todo un año esta advertencia ya resulta estéril. Como afirmaba un estudiante en uno de esos vídeos que circulan por las redes sociales: “es preferible que te maten en una manifestación intentando salvar a la Patria, a que te maten el día menos pensado volviendo del trabajo”. Así están las cosas.
Conozco la realidad venezolana de primera mano. Además de numerosas contactos personales, entre diciembre de 2013 y enero de 2014 he pasado casi un mes en aquel país. No ha sido un viaje turístico al uso pero si he tenido ocasión de conocer los Estados Falcón, Carabobo, Miranda y, cómo no, la propia Caracas.
Aparentemente, o al menos su gobierno así lo publicita, Venezuela se encuentra inmersa en un proceso revolucionario que dura ya quince años. Sin embargo, aunque las circunstancias sociales de cómo se ha llegado a esta situación sean sumamente complejas, en el momento actual ese proceso se ha transformado en una mera detentación y disfrute del poder político y económico del país por un grupo relativamente reducido de personas -una especie de oligarquía política- que de manera premeditada busca, en su propio beneficio, fracturar la sociedad en dos bandos de forma ya casi irreversible, apoyándose para ello en un discurso populista y victimista basado en la explotación de emociones negativas, como el resquemor histórico contra la herencia española, el resentimiento social contra la pequeña burguesía –a la que se pretende equiparar con una oligarquía que hace tiempo que se ha llevado sus principales intereses a otros lugares del mundo más seguros- o incluso a un resentimiento étnico contra el hombre blanco, todo ello combinado con falaces invocaciones a la Patria y a una futura sociedad utópica e igualitaria.
Sin embargo, con el tiempo y ante la ausencia del indiscutible liderazgo del Comandante Chávez, los ya residuales aspectos ideológicos del régimen se han difuminado y Nicolás Maduro y Diosdado Cabello solo consiguieron retener el poder manipulando de manera obscena el proceso electoral de abril de 2013. Desde entonces los chavistas –ahora denominados oficialistas- han perdido su legitimidad ante una mayoría de la población y sus consignas ya solo encuentran acogida en una clientela sufragada con la asignación de los recursos públicos arbitrariamente distribuidos mientras que, hasta ahora, ha sido estoicamente soportada por una población harta de ver cada día como la realidad desmiente el discurso mientras es extorsionada con la amenaza constante del uso de la fuerza mediante milicias armadas y  bandas de delincuentes que asolan el país y amedrentan a las clases medias con total impunidad: “el chavismo o el caos ”, es un alegato recurrente en los mensajes oficialistas.
Mientras tanto, la economía y la actividad productiva se desploman; la inseguridad y la insalubridad se disparan; los productos básicos escasean; la inflación explota hasta el 56% anual; la corrupción y los vaivenes gubernamentales han hecho desaparecer toda seguridad jurídica; provocando una diáspora de la intelectualidad y del talento hacia el extranjero.

Conferencia en el Club de la Constitución de Granada de nuestra coeditora Elisa de la Nuez

Para que vean que la sociedad civil se mueve incluso físicamente les comunicamos que mañana nuestra coeditora Elisa de la Nuez dará una conferencia sobre “Transparencia de la acción de gobierno y corrupción politica” en el Club de la Constitución de Granada.
Para los lectores puede ser también una ocasión de conocer este interesante proyecto  de la sociedad civil. Aquí tienen su web.
 
 

Flash Derecho: Jornada sobre comunicación jurídica en internet

  Internet y las redes sociales son hoy  la causa de que exista fluidez en la información del S.XXI. La Agrupación de Jóvenes Abogados de Madrid (AJA) en colaboración con Lawyerpress y el Blog ¿Hay Derecho? ha organizado para este jueves 30 de enero de 2.014 a las 21:00 en la Sala Le Boutique (c/ Marqués de Villamagna, esq. Serrano nº 45) una jornada de formación sobre la “Comunicación Jurídica en Internet”. Hans A. Boeck, Fundador de Lawyer press hablará de “Liderazgo on line” y nuestro coeditor Ignacio Gomá disertará sobre “El posicionamiento de los blogs jurídicos”

La jornada será entretenida y cercana, tratará sobre como posicionarse en las redes sociales, el liderazgo online y el futuro de los blogs jurídicos en Internet.

Esta jornada de formación organizada por los abogados más jóvenes de Madrid, impulsores de la unidad y la participación de toda la comunidad jurídica, tiene como objetivo crear un ambiente distendido en dónde la formación y el entretenimiento serán los protagonistas.

Tercera de ABC de Javier Gomá: “Para besar hay que cerrar los ojos”

La Tercera de ABC del 24 de diciembre se ha redactado en los últimos cuatro años no por autoridades eclesiásticas sino por el filósofo y colaborador ocasional de este blog, aparte de hermano de editores, Javier Gomá Lanzón. No es su temática la que más encaja con la del blog, ni quizá corresponde a las creencias de todos los lectores, pero su publicación esta justificada por la fecha en que nos encontramos así como por la voluntad renovadora del mensaje que puede encontrarse en su contenido. He aquí la correspondiente al día de ayer:

«Concederle crédito, anteponiendo la confianza

al natural escepticismo,

es un cerrar los ojos inteligente,

perfectamente razonable».

“Hoy celebramos el nacimiento de nuestra esperanza. Quien espera confía en último término sobrevivir a la muerte, auténtico señor del mundo ante el que toda rodilla se dobla. ¿Cuál es el fundamento de una tal esperanza contra toda experiencia? Nada en este mundo nos sugiere la existencia de una prórroga post-mortem a nuestra vida personal. Al final, si esperamos sobrevivir es sólo porque hay alguien, que nos merece todo crédito, que nos lo ha prometido.

Todo destinaba a ese oscuro judío a ser envuelto por la Historia en el manto del olvido, como a tantos otros. De extracción social humilde, ágrafo, ni legislador como Moisés, ni príncipe como Buda, ni estadista como Mahoma, su actividad pública, muy breve, fue interrumpida prematura y trágicamente. Nadie hubiera pronosticado la enormidad excesiva de lo que siguió a su muerte. Porque en ese galileo fracasado de corta vida se concentraron tres hechos que, por separado, habría hecho de él una descollante figura de la Historia universal pero la coincidencia en la misma persona de los tres convierte la cuestión ‒reconozcámoslo‒ en algo verdaderamente intrigante.

Primero, una ejemplaridad de vida y doctrina no sólo extraordinaria sino excepcional, testimoniada en los cuatro Evangelios. Segundo, su elevación a rango divino por sus propios contemporáneos, los mismos que se habían rozado con él en vida, judíos piadosos y obsesivamente monoteístas, educados en el odio a la idolatría y al politeísmo del entorno. Fue arduo el proceso de meditación teológica por el que se hizo compatible la divinización de una personaje histórico reciente con un monoteísmo bíblico que en todo caso se quería preservar. Tercero y último, la fe de los seguidores del galileo, una pequeña y heterodoxa secta del judaísmo, a su vez una subcultura exótica y marginal del Imperio Romano, con el paso del tiempo y contra todo cálculo vino a ser con distancia la religión más extendida en todo el planeta.

Hechos singularísimos los tres ‒súper-ejemplaridad, divinización y propagación universal de su culto‒, pero, concentrados en la misma persona, peraltan la singularidad de ésta a una dimensión objetivamente única. Hasta el punto de que, visto lo anterior, cobra verosimilitud una hipótesis no demostrable pero dotada de elevada capacidad explicativa porque, cual eslabón perdido, otorga sentido a la cadena de los tres hechos históricos y les presta razonabilidad interna: la hipótesis de su resurrección proclamada por sus discípulos. Simplemente ‒se dirían quienes lo vieron viviente tras guardar el cadáver en el sepulcro‒ lo divino no muere. Si esto es así, entonces la realidad no se agota en el colorido mundo de la experiencia que captan nuestros sentidos, sino que se prolonga en un desconocido trasmundo, escenario de nuestra supervivencia. Mundo y realidad no coinciden: esta es nuestra esperanza.

Claro que ser capaz de percibir realidad más allá de lo dado en la experiencia requiere el cultivo de un cierto sensus para las cosas espirituales, aquel que W. James llamó “sentido supernaturalista”. Todo conocimiento, en puridad, demanda una actitud subjetiva específica acorde a la naturaleza de su objeto. Sólo disfruta de una función teatral quien, en términos de Coleridge, suspende su incredulidad y “se cree” lo que está viendo: ¿quién soportaría a su lado a un aguafiestas que le recordase a cada paso que todas las pasiones desatadas en escena son sólo ficción, los personajes actores, y la trama pura fantasía? La verdad poética se esfumaría. Scheler, por su parte, demostró que la filosofía descansa en un previo eros del pensador y que el amante ‒que capta el valor del objeto‒ precede al conocedor. Y mirando las relaciones interpersonales, una disposición de apertura no sólo permite el conocimiento de otro yo sino que condiciona la existencia misma de esa relación, de manera que aquí la fe crea su propia verificación: así la amistad, fundada en la confianza mutua que existe sólo cuando recíprocamente se alimenta; y en cuanto al amor, ya se sabe que el dulce beso amoroso sólo es posible si la pareja cierra los ojos.

Forma parte de la moderna imagen del mundo un positivismo implícito que osadamente, cediendo al esquematismo de la época, establece como cosa sabida y concluida para todos que este mundo visible ostenta el monopolio de la realidad, de suerte que la esperanza en un trasmundo sería siempre sospechosa de oscurantismo o superstición. Ahora bien, la ciencia positiva, instrumento óptimo para conocer las regularidades impersonales de la Naturaleza, ¿qué puede enseñarnos sobre aquellas verdades cuyo conocimiento se basa en la confianza entre personas? Nada. Y menos aún de la realidad de un Dios trascendente, espiritual, que escapa a los fenómenos materiales repetitivos. Sin duda, la esperanza, frente al llano y unidimensional positivismo, introduce mayor complejidad en la realidad. La creencia moderna en Dios ya no se deduce de las leyes causales de este mundo –como todavía pensaba el Tomás de Aquino de las cinco vías‒ sino que se infiere del crédito que nos merece la persona que da testimonio de él, como ocurre con todo aquello que no conocemos por experiencia. Cuando miramos por la ventanilla de un avión en pleno vuelo o contemplamos imágenes del oscuro universo infinito, nada de ese espectáculo de monótona materia nos habla hoy con elocuencia de un Dios personal y compasivo. Sólo nos habla el recuerdo de ese singularísimo judío de Galilea, único precedente creíble de supervivencia: él nos anuncia un Dios amistoso con los hombres y él más que nadie en este mundo es digno de crédito por la súper-ejemplaridad que encarna, literalmente sobrehumana. Concedérselo, anteponiendo la confianza al natural escepticismo, es un cerrar los ojos inteligente, perfectamente razonable.

Ser ciudadano significa no tener señor. Pero ninguna civilización, ni la más desarrollada, nos emancipa de ese último amo siniestro, tirano y usurero que es nuestra muerte. Esta prerrogativa pertenece a la esperanza porque, para quien espera en un Dios de vivos, la muerte pierde su aguijón, relativizada como etapa intermedia dentro de una historia más extensa de lo humano. De manera que esperar no estorba sino, al contrario, perfecciona el ideal de emancipación cívica, porque sólo ese ciudadano esperanzado se halla definitivamente libre de todos los amos.

Esa liberación empezó un día como hoy”.

Flash Derecho: Presentación mañana en Madrid del libro “En alta mar” de nuestro colaborador Jesús López-Medel

Mañana miércoles 18 de diciembre se  presenta en el CEU el último libro de nuestro colaborador y amigo Jesús Lopez Medel “En alta mar”. La presentación será a las siete y media en el Aula Magna de la Universidad  CEU San Pablo, en la calle Julián Romea 23, y el autor invita desde aquí a los colaboradores y lectores del blog  que quieran acercarse en la convicción de que encontrarán un texto que les recordarán la linea editorial de este blog.
El libro recoge  variados artículos de opinión publicados en prensa nacional, contextualizados y actualizados en introducciones explicativas.  Desde que el autor, autocalificado como “hombre de paz” con ocasión de la guerra de Irak, puso rumbo mar adentro, asumió el valor y los riesgos de la libertad, dejando estela abundante de su personalidad; siendo calificado por “El País”, tras  abandonar la política, como “el diputado rebelde”.
Efectivamente,Jesús López-Medel Báscones (Santander, 15 agosto de 1959) es jurista de vocación y demócrata de convicciones,y cada vez más radical en ello. Además de Abogado del Estado y profesor univesitario fue Diputado del Congreso de los Diputados por el PP donde, al parecer,  no aplaudía lo suficiente, según nos contó en uno de sus artículos ya que al terminar el discurso del líder del partido se le acercó un compañero para recriminarle: “Jesús, aplaudes poco”. Creemos que solo por eso ya merece que todos nosotros le aplaudamos mucho.
La presentación la realizará Carlos Carnicer, residente de la Abogacía española, que es también autor del prólogo sobre la situación actual de España y que califica el libro como “un monumento a la honestidad, a la cordura, al valor, a la generosidad, a la crítica y a la autocrítica.
Desde aquí la enhorabuena al autor y esperamos que se siga animando a colaborar en el blog!

Flash Derecho: La Fundación Civio responsable de ¿Quien manda en España? busca socios

Como saben los lectores del blog, la Fundación Civio ha lanzado una web muy importante desde el punto de vista de la transparencia y la democracia en España ¿Quien manda en España?  . También es responsable de otros proyectos como “El indultómetro”, “Tu derecho a saber” o “España en llamas” o “El BOE nuestro de cada día”. El caso es que  están haciendo una campaña de crowfunding y de captación de socios.
Nos parece que es una iniciativa fundamental de la sociedad civil y desde aquí os animamos a echar una mano, es muy importante para contribuir de forma activa a la regeneración democrática. Por nosotros, que no quede.
Tenemos también el dossier para socios a disposición de cualquier colaborador o lector del blog que quiera consultarlo, en este link
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Comentario de Camus: el fútbol frente al suicidio

“No hay sino un problema filosófico realmente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no la pena de  ser vivida equivale a responder a la cuestión fundamental de la filosofía”. Así de rotundo abría  Camus  El mito de Sísifo que vería la luz en 1942 junto a El extranjero. Se ve que  escribía como vivía: sin concesiones a la galería. Por eso para él toda elipsis y escamoteo  era una forma de estafa inadmisible.  Y sin embargo, a pesar de la crudeza de su obra en torno al absurdo, Camus no se suicidó.
De ahí que al celebrar ahora los cien años de su nacimiento el 7 de noviembre de 1913, bueno sería preguntarnos precisamente esto: cómo un hombre para quien la vida  era esencialmente  absurda evitó quitársela. Camus eligió ser un condenado a muerte a un suicida: justo lo más opuesto.
“Matarse es en cierto sentido, confesar. Confesar que la vida nos supera o que no la entendemos”, escribía en plena guerra europea.  Y sin embargo, también  para él la vida y el mundo eran algo precisamente inexplicables, donde uno no tiene más opción que sentirse extranjero como un destierro sin remedio pues nos encontramosprivados de los recuerdos de una patria perdida o de la esperanza de una tierra prometida”. Este divorcio entre cada hombre y su vida es propiamente el sentimiento de lo absurdo que corona toda su obra. Y como en Kierkegaard y Dostoievski para Camus comprobar el absurdo es aceptarlo, sin hacerse trampas. La honestidad no deja otra salida: Camus la tenía  a raudales. Un hombre que toma conciencia de lo absurdo queda, pues, inexorablemente ligado a él. Por eso su vida- y su obra- fue tan agotadora: vivir en el presente del infierno y del pecado sin Dios, como definía él mismo la absurdidad.  Y por eso, también, Sísifo era su héroe. Le gustaban las causas perdidas ya que no las había victoriosas.
Mas con todo, repito,  ante la evidencia de lo absurdo que nos hace  espeso el mundo, Camus  prefirió  vivir sin esperanza pero vivir,  haciendo suyo aquel tremendo aforismo de Nietzsche que transcribe textualmente: “Lo que importa no es la vida eterna, sino la eterna vivacidad”.
¿De dónde aprende tan pronto Camus ese ascetismo del vivir absurdo, sin esperanza alguna  pero sí, a cambio,  con esa  rebelión  suya que no es sino la seguridad de un destino ciertamente aplastante sin la resignación que debería acompañarla? Séame permitida una hipótesis: surge de la práctica temprana del fútbol mismo, especialmente en el puesto de portero. Y es que Sísifo tiene mucho de  guardameta: aquellos que  hemos jugado  al fútbol a fondo sabemos esa gran verdad. Y el Camus más feliz y más inocente fue aquel que en su mocedad hollaba los verdes campos de césped argelinos, entre los cuatro palos de las porterías blancas. Todo estadio era  hogar.
Por eso mismo, si hay una declaración  de Camus que se ha tomado muy poco en serio, a lo más como una boutade de un  joven Nobel, es  la siguiente: “Después de muchos años en que el mundo me ha permitido diversas experiencias, lo que más sé, a la larga, acerca de la  moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol; lo que aprendí con el RUA no puede morir.” Pero  Camus odiaba mentir.
Es el RUA el Racing Universitario de Argel, donde milita como semiprofesional hasta los diecisiete años recorriendo Argelia como portero.  Y un portero muy bueno. Antes, en la categoría de alevines,  comienza a jugar en el Mompensier, tras apasionarse por  el futbol en el recreo de su colegio. De la época del Mompensier cuenta desde su portería: “Aprendí que el balón nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga. Eso me ayudó mucho en la vida, sobre todo en las grandes ciudades, donde la gente no suele ser siempre lo que se dice recta”. No es poca enseñanza vital y antropológica. Como Sísifo sabe el deportista –el guardameta, de manera eminente-  que el esfuerzo de hoy no sirve para el partido de mañana que empieza siempre ex novo. Jugar -y parar mayormente-  es subir de continuo  aquella inmensa piedra que sabemos que volverá a rodar monte abajo.  A la parada o estirada de ahora no le da tiempo al descanso deleitoso: el próximo balón ya se aproxima. Parar es levantarse como vivir es defenderse. Si no me puedo reconciliar con el absurdo, el fútbol me enseña  que sí me puedo rebelar  y hacerle frente. La portería le marcó  su altivez.
Y  así Camus descubre juvenilmente el gran secreto de su vida y obra: que en sus idas y venidas Sísifo era feliz. Como él lo fue  en la deportiva seriedad  del absurdo futbolístico, donde disfrutaba como en ninguna otra parte según confiesa: “Me devoraba la impaciencia del domingo al jueves, día de entrenamiento, y del jueves al domingo, día de partido”.  Y en el campo de fútbol encuentra bajo los palos eso que el mundo no puede dar: familiaridad y acogida. Bajo la portería me muevo en mis dominios y en ella mando yo junto a mi equipo frente al sinsentido.  Un yo ciertamente  perecedero que dura los noventa minutos del partido, para volver a imperar  en la contienda siguiente bajo las reglas teatrales de ese gran juego colectivo. Como el actor, es también el futbolista-no digamos el portero- un mimo de lo perecedero: no hay en el fútbol- ni en el teatro- atisbo de eternidad sino pura fugacidad vivida. Y tampoco nostalgia ni esperanza, que serían ciertamente mentirosas: en el fútbol ni se recuerda ni se espera; se juega. He ahí el  absurdo en el pleno sentido que encierra la única verdad: la vida como desafío, sabiendo de antemano que uno saldrá derrotado. Como a menudo salía el RUA con la portería perforada. La obra literaria de Camus no es más que eso: el hombre que se sabe absurdo hasta sus últimas consecuencias, con plena conciencia y rebelión. Como el portero que ataja  en su portería la trayectoria inexorable de un balón, que tarde o temprano acabará entrando. Por eso también Camus es un autor esencialmente dramático.  Y solo le quedará  el fútbol y el teatro como ámbitos de la inocencia, tal y como declara: “Los partidos del domingo en un estadio repleto de gente y el teatro, lugares que amé con una pasión sin igual, son los únicos sitios en el mundo en los que me siento inocente”.
A los 17 años pierde la inocencia. Un  bacilo de Koch le obliga dramáticamente a abandonar la práctica del fútbol que para él fue cátedra moral y humana. Como si a nuestro Sísifo los dioses permutaran  el castigo: ahora  sin poder ya  ir y venir, condenado  al dique seco de Prometeo. Con su tuberculosis crónica  a cuestas solo le quedará como consuelo vivir el  fútbol  como fiel espectador de la liga francesa. Y sin embargo, Camus tampoco se rinde: le gustaba plantar cara al destino. Escribir  teatro iba  a ser en adelante su nueva mole de Sísifo, deportivamente asumida. Y qué teatro. Pero cuando años después con ocasión del Nobel un periodista le preguntó qué hubiese elegido si su salud se lo hubiese permitido, el fútbol o el teatro, Camus respondió sin titubear: “El fútbol, sin duda”. Hoy en su centenario comenzamos a entender por qué: lo que aprendió en el RUA ciertamente no podía morir.